
Gracias te doy, Dios mío, por impedir que los necios, la peor lacra que existe, me haya hecho daño. Por volver hacia mi persona, las caras más bellas, los corazones más nobles, todos ellos elegidos por ti, para sentir tu espíritu, como envuelve mi corazón. Por dejar que lleguen a mis oídos los mensajes de los músicos cada día. Porque siempre suena mi teléfono con las voces más importantes que me dan cariño. Gracias por permitirme vivir el sueño de recuperar a los amigos de mi juventud. Infinito agradecimiento por darme la capacidad de aprender algo nuevo cada día. Por elevar mi espíritu y no conocer el indecoroso sentimiento de la envidia. Mucha gratitud hacia ti, ¡Oh Señor! por derrotar a mis enemigos uno por uno! Gracias por quitarme la venda, pues la ceguera de la ingenuidad me dirigía peligrosamente ante el precipicio. Muchas gracias por darme las tres cualidades de las que presumo: La de acordarme de todo, la de ser agradecido y la de la tranquilidad de conciencia. Y la última gratitud hacia ti, poder estar vivo para escribir mi acción de gracias.
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