
Tomé las uvas en casa de una amiga, cosa que no he hecho más de dos veces en toda mi vida. Me rodeé de las personas más auténticas que se puedan encontrar. Comí de un menú hecho con todo el amor de las manos más expertas y exquisitas. Por primera vez, me ocurrieron tres cosas que nunca suceden: Un reconocimiento, un testimonio y un hallazgo. Y si esto ocurre, nunca se da, como fenómeno inusual, todo a la vez. Esto es parecido, pero al revés, a los fenómenos que se dan en el triángulo de las Bermudas. Allí han desaparecido barcos y aviones de la manera más misteriosa, algo inusitado, igual que lo que me ha pasado a mí, y es que han «aparecido» en mis manos, de manera conjunta: El Santo Grial, la Piedra Filosofal, y el Arca Pérdida. Nunca he tenido tanta Fe en los tesoros encontrados, totalmente intangibles y espirituales; se han dado todos a un tiempo, formando una trilogía mágica que barrunta la contemplación de las «Huestes del Señor que corren sobre el Jinete que cabalga el Blanco Corcel del Apocalipsis». No me queda sino que esperar que el número cuatro, (símbolo de la perfección y el equilibrio) que se obtiene de sumar los dígitos binarios de la cifra 2020, se manifieste durante este nuevo año, igual que la situación que se dió en la Tierra, hace miles de millones de años, cuando aparecieron los primeros microorganismos que posibilitaron la vida de la cucaracha de agua, nuestra antecesora. Y bien, aquí estoy sin mapa, sin coordenadas, ni croquis, ni jeroglíficos, entrando en la pirámide que esconde el sarcófago que contiene el libro de la sabiduría que guarda el momento que visiona el choque de galaxias, la explosión de un nuevo bing-bang y la receta de la eterna juventud.
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