Comentabas, Séneca: lo frívolos y tibios que eran los jóvenes que observabas en tu época, en relación con tu generación. También te recreabas describiendo, párrafo a párrafo, la mezquindad de la plebe y la putrefacción de las almas. Supongo por ello, que eras elegante y cabal. Ahora debo decirte, que hay tanto de lo mismo. ¡Mira por dónde! Hoy observé las estadísticas que dan en el 2019, nada más que el 3% por ciento de la juventud, predica y pone en practica el trabajo, el esfuerzo y la coherencia, además de respetar a sus padres y abuelos. Quizás si levantaras la cabeza romperías en una eterna carcajada, pues la avanzada tecnología que fotografía a Marte, no se corresponde con el abandono de nuestro planeta, las guerras de los estómagos, religiones y políticas que involucionan. Quizás te reirías o llorarías al ver a las gentes que sólo «existen» como decía Oscar Wilde. Las almas secuestradas por la moda, los realitis, el fútbol, y la codicia mundial. El egoísmo de algunos que nos escondemos y rechazamos a los congéneres, como Karl, que le dejó una fortuna a su gatita. El sarcasmo de los que comen, cuando no dan importancia a los que no comen. De los predadores sexuales que nunca amaron ni respetaron la infancia. Y mi abuela, que desde su mecedora me decía siempre: ¡Descuida, que a cada cerdo le toca su San Martín! ¡¡Buenas noches Séneca!!!
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