Los que tienen tiempo libre te enseñan mucho, éstos son sesentones, septuagenarios, octogenarios y otros, que salen a recibir desde sus terrazas los primeros rayos de sol. Las buenas vecinas, que hacen su estancia por teléfono, conectando los pueblos y sus noticias, las que se abrigan y acuden por las tardes a las plazoletas en sus pequeños rincones,
y las asiduas a las asociaciones de mayores cada día.
Ya no hablan de bodas, ni de amonestadas, eso pasó a la historia, ellas hablan de cómo se desinflan las bolsas de los supermercados por la subida de precios, de las pateras, del covid, de los párrocos, de los hurtos y accidentes. Hablan de cómo todo el mundo se separa o se quieren separar, de las tiendas que cierran y de si les bajan o les suben la pensión.
Nadie sabe más que ellos de nuestro entorno. Nadie adivina mejor nuestro futuro.
Ya no se compran revistas, ni periódicos, todo es digital. Internet salta con publicidades mil, nadie quiere navegar por él y solo se usa para dar recados familiares. Pero la verdadera información está ahí. Defunciones, hospitalizaciones y nacimientos, ellos los conocen de inmediato, ningún mayor sin un móvil.
Las infidelidades que están a la orden del día, ya no son pecado, son noticias "picantes". Si haces un favor te ofrecen limones, si te encierras en tu casa piensan que te vas a morir. A cada momento se va un amigo, pero nadie se interesa cuando se despide o se ausentan los centenarios, que los hay y muchos.
La vida camina y en su recorrer nos deja atónitos con sus cambios.
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