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CARTA A TOMÁS por ÁFRICA BARBAS

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Querido D. Tomás Padrón: Le escribo esta carta sin pretensiones, pues no sé si llegará a leerla, y en el caso de que por casualidad a usted llegara, no sé si por pura saturación y hastío la desdeñara ya desde un principio. Aún así, sepa usted que me entrego a la tarea de esta carta como quien escribe una canción al viento, o con la misma intención de una plegaria vespertina de un monje humilde. Me mueve el ánimo de saber que un familiar ya fallecido, vivió siempre leal a su persona, con el corazón lleno de agradecimiento y los ideales intactos, y me siento en el deber de hacérselo llegar a través del dibujo de mis tan insignificantes letras. Le aclaro también para que quede lejos toda sospecha suspicaz, que aunque sea yo una sombra, mi conciencia le profesa el más sincero respeto y una enorme admiración. Dicho esto, y sabiendo que me es usted inaccesible, le envío esta carta anónima y silenciosa, en primer lugar, para que sepa usted que me sorprende terriblemente que después de toda una larga carrera, durante la cual conoció la traición, el abandono, el desgaste de la batalla contínua… tenga usted una mirada tan limpia, alegre y llena de curiosidad. Sé que aunque son generosos en número, los proyectos progresistas y positivos que usted llevó a cabo con su inteligencia clarividente, habrían sido más si no se hubiera encontrado con tanto obstáculo, normativos, leguleyos, intereses creados etc, aunque creo que pudo sortear toda la gama de desafíos del juego paradoxal de la política, con una habilidad tan ingeniosa como la de un prestidigitador. Sin embargo, apuesto a no equivocarme, cuando creo que el peor obstáculo que se pudo haber encontrado usted, es el Goliat de la estupidez y de la falta de valores morales. Empatizo con la tristeza que puede haber usted llegado a padecer, al encontrarse con un inquebrantable muro maloliente construido con la piedra de la estupidez de todos aquellos que empeñados en morder la gloria, y algo de poder, han optado siempre por la discordia, en vez de dar su brazo a torcer por el bien general. Pienso que su prioridad, fue siempre la isla y los que la habitaban, y que era usted tolerante con la divergencia de pensamiento y la diferencia de signo, pues no todos gustan de llevar el mismo uniforme, pero sé que usted también supo siempre con una gran diplomacia, suavizar diferencias y hacerle ver al más rebelde que hay siempre que unirse ante un enemigo común. Pienso, que nunca practicó usted la tiranía, y que la preferencia por el respeto y el gusto por la diversidad fueron siempre señas de su buen gusto y caballerosidad. Quizá como todo el mundo, cometió usted errores, porque somos todos humanos, pero quizá esos errores, fueron tan justificados, como los del padre que piensa que no todos sus hijos serán brillantes, pero que al final, todos cuidarán del jardín. Ese fue su único error. Admiro de usted, que nunca doblegara ni humillara el bienestar interno de la isla, por ambicionar poder fuera de ella, como otros. Y que la buena gestión interna, no fuera para usted nunca moneda de cambio, no se malvendió, ni prostituyó falsamente usted nunca ni a políticas canarias, ni a políticas europeas, y supo siempre dar los pasos atrás que debieron ser dados, aunque el monstruo político exterior lamentablemente, se haya manifestado mucho más fuerte de lo hubiéramos esperado. Y hay algo, íntimo, quizás atrevido por mi parte preguntarle, pero ¿qué hacía usted en su tiempo libre?, ¿qué actitud interior, le proporciona sobrellevar hoy en día, tanta memez, tanta idiotez, tanta cobardía y carácter indulgente, tanta soberbia ignorante? ¿En qué se refugia, una mente inteligente y sabia como la suya? Sé que el amor de los seres queridos es el mejor ungüento para el alma, y que habrá encontrado un reducto de paz, pero sepa usted que a los jóvenes no les quedan referentes y que la caída del nido de cuervos, es ya irremediable. Me despido ya, admirado D. Tomás Padrón para volver a la sombra de mis maniatadas manos, y de mi alma libre, a la espera de que mi fría y escrutiñadora mirada vuelva a cruzarse con la noble suya.

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