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Como distorsionamos las apreciaciones, por María Elena Moreno



Comienzo analizando mis propios errores de apreciación, cuando mido mis fuerzas y las comparo a los logros reales y compruebo mi poca exactitud, no sólo por la situación circunstancial que envuelve mis acciones, sino por la distorsión que conlleva mi propia subjetividad. No hace mucho tiempo paseaba, y me encontré con un señor que tenía algo más de ochenta años. Él despotricaba de los médicos y de los tratamientos recibidos, diciendo que no tomaba ninguna de las pastillas recetadas, porque los efectos secundarios eran: «Para toda la vida» y así aguantaba todo sufrimiento, pues ello le garantizaba «su vida de futuro», entiendo que se consideraba inmortal por momentos… Otro día conversábamos mis amigas y yo, con casi una nonagenaria aparentemente saludable y con muchas ilusiones. La buena mujer, andaba soñando con la compra de un terreno, para construirse una casa al lado del mar. Decía que era: «para invertir en su futuro». Yo enseguida pensé en sus herederos, pero es que no tenía herederos cercanos… La naturaleza nos ha dotado de un error de apreciación, que palía nuestros sufrimientos y ansiedades, ante la aplastante realidad de que somos mortales. Hay gordas que critican a gordas, porque tenemos la manía de no mirarnos al espejo. Nadie te dice que tiene un grano purulento y repugnante al lado de las comisuras de la boca. Jamonas y sesentonas se quejan de un «granito juvenil» porque por ser de ellas mismas, su «granito» es lindo porque es de ella, y así sucesivamente, pintamos de colores nuestra fantástica vida. Todo empezó cuando los egipcios y otras civilizaciones, enterraban con ellos el oro y los esclavos vivos, para su vida de «futuro» en el más allá. Lo que más me gusta de todo esto, es que los que viven en países ricos y comen postres bañados en oro, y los que tienen mucho dinero en el banco o un cofre lleno de joyas, van a criar lilas como todos…y las maderas del ataúd aunque sean de «Sangre de doncella» serán comidas de termitas, igualmente. Todo esto se denomina igualdad de trato ante la divinidad. ¡Gracias Señor! por aliviar mis negativas sensaciones con los errores propios de mi visión distorsionada y mi subjetiva apreciación de la realidad.

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