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CONTRASTES por Mª Elena Moreno

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Si pensamos que por la teoría evolutiva, descendemos de los primeros insectos de agua, como pudiera ser por ejemplo la cucaracha de los charcos al comienzo de la vida, podríamos situar nuestra autoestima, en un curioso baremo. Si la tenemos alta es una buena cosa hacer ejercicios de contraste para equilibrarla. Si tenemos la autoestima baja, la subiremos si pensamos que nos basta con saber, que somos monos avanzados con una alma compleja y que llevamos dentro de nuestro ser la impronta y la creencia, de que pertenecemos a un ser superior, que nos ha creado y que según los profetas, estamos llamados a la vida eterna. Este ejercicio de contraste repugnará a muchos de psicología inflada y rebelde y agradará a otros, más humildes e inteligentes, que observan el universo y no opinan de él. Todo, según se mire, nos sitúa con más o menos éxito en una dimensión que se acerca a la realidad. Cuando usamos la crueldad, la indiferencia, el enjuiciamiento indiscriminado, la falta de respeto, la fatuidad y otras antivirtudes, somos menos que un protozoo. No vamos a devolver a la humanidad ningún talento. Pero cuando ejercitamos el amor, la bondad y la diligencia para mejorar nuestro entorno y servir a los demás, entonces somos más que simples humanos, estamos ejercitando el poder del espíritu para bien y somos el milagro que ha nacido entre los supuestos planetas que puedan albergar una vida inteligente. Suelo aplicarme todo tipo de contrastes, para no perder la agilidad en la percepción del mundo que me rodea. Todos los días se me erizan los pelos, cuando pienso que somos menos que un segundo en el infinito tiempo universal, y mucho menos en el espacio inconmensurable donde ocupamos el cero coma 0,00000….de materia tangible. Sin embargo la dimensión espiritual, nuestra humanidad y amor a Dios, nos revisten de una importancia única e inusitada por la que nos hacemos dignos de la mirada divina y su infinito amor. El creador se mueve en el diseño de la evolución del ser humano, a una velocidad cósmica que nosotros no entendemos, porque vivimos con lentitud y nos cuesta toda una vida para completar nuestra realización. Pero ahí fuera, en el espacio intergaláctico, las velocidades se escapan a nuestro entendimiento (Millones de millones de kilómetros en menos de un segundo) Es entonces, cuando recuerdo las primeras enseñanzas de las religiosas, las cuales se esforzaban por darnos una buena educación y pronunciaban siempre la misma frase: ¡A Dios no se le puede entender con nuestra pobre inteligencia! Era mejor rendirse. Por ello negacionistas, no negacionistas, fantoches, presumidos, ridículos payasos llenos de fanfarria, oscarizados o nó, líderes o nó, aplaudidos o nó, todos, todos, vamos en el saco de infames seres, los cuales nos dirigimos sin remisión a la sencilla caja de pino arbóreo y lo único que nos puede salvar es morir en gracia santificante. Esa es nuestra única salvación y el único motivo de esperanza. Si me oriento hacia ese final, miren por dónde, me siento importante. Él me espera con los brazos abiertos.

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