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Cuando salga el sol, ¡corre!. Por Mª Elena Moreno.

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El tiempo vale oro, pero a veces se estima más cuando se despilfarra. Mirar un punto en una esquina del techo desde la cama, equivale a no hacer nada. Pero dentro de nuestra mente completamente en blanco y en ese momento, lo que parece inactividad, se torna en recomponer nuestro yo, integrar todos los trozos que han quedado deshechos, después de una jornada torcida, agotadora y traumatizante. Las mejores ideas salen de imaginar lo que vamos a poner en esa hoja en blanco de nuestra vida futura, para reciclarnos y volver a empezar. El tiempo, ese corto espacio donde sale la luz de nuestra alma, que como un microscópico cometa cruza el espacio de nuestro universo interior, se divide en tramos felices, productivos, únicos o también anodinos e inútiles, pero juntos forman parte de ese segundo fugaz que ocurre desde que nacemos hasta la despedida, cuyo rayo es muy pequeño en relación al tiempo interestelar. A veces los días y los años mal aprovechados, somnolientos e inactivos, nos cargan las pilas hacia un nuevo arranque, a menudo valen la pena unos cuantos días vividos en intensidad y en plenitud, en medio de un océano de segundos sin auténtico significado. Pero nada de lo que observamos es lo que parece, la más humilde tarea hecha con bondad, o el tiempo que dedicamos a la meditación o a orar, eleva nuestro espíritu hacia el último confín de las galaxias, o si lo prefieren: ¡hasta el cielo! Una verdadera muestra de cariño, un sacrificio por amor, una entrega incondicional, convierten con acertada alquimia nuestros mundos oscuros en esencias de la divinidad. Esto sólo lo entienden los catedráticos en saber estar conectado con el hilo espiritual que te hace despegar del suelo, solo lo entienden los que miran desde arriba, ampliamente, para localizar cómo y dónde pululan los seres en los pantanos y lodazales, aquellos que arrastran las mezquindades, los egos excesivos, y las contravirtudes. Siempre habrá un bosque, un paraíso secreto, un oasis, o quizás solamente un sofá dentro de nuestra habitación, donde los sueños considerados humo, espejismo o irrealidad, se conviertan en trampolines de esperanza y energía creativa, conciliadora, y todo ello, hacernos mutar en una evolución alegre, pacífica, sabia y silenciosa, donde la comunicación con El Más Alto y en secreto, nos haga saber fabricar nuestra propia clorofila, bajo los rayos de nuestra estrella solar… Por eso a veces recuerdo la frase de un verdadero sabio que dijo: «Cuando salga el Sol, corre…»

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