Nací en un entorno de clase media, con ciertos altibajos en las economías familiares mientras transcurría el tiempo. Pero por la gracia divina y por la dedicación de mi familia, no me faltó nunca la educación, ni todas las cosas esenciales para mi desarrollo físico y espiritual. Tuve las luces suficientes para detectar a raros especímenes, que encontré durante mi etapa de formación y en toda mi trayectoria laboral. En otros relatos siempre he alabado a mis héroes, mis mejores maestros y mis fabulosos jefes. Pero es el momento de definir a ciertos «animales con ropa» que me causaron una vergüenza ajena sin límites. Ellos eran los últimos residuos insolubles de una sociedad donde abundaban ciertos tipos de caciques. No los llamo así por su inmoral espíritu de acumular riquezas sin escrúpulos, explotando a los trabajadores, los llamo así por su actitud pedante y ridículamente pretenciosa. Estos mierdas, eran capaces de interferir en el día laboral de ciertos funcionarios fijos o temporales, amargándoles la vida de manera insólita. Había desde el burlón escarnioso hacia el miembro de menor jerarquía de la plantilla, hasta el cerdito empinado que miraba al trabajador y le decía: -Buenos días Fulánez, ¿por casualidad, no estará ocioso verdad? ¡Póngase a copiar del Boletín Oficial del Estado!. Diciendo esto, lo primero que se le ocurría al subordinado es que trataban de ocuparlo a toda costa, para que se le mermara su capacidad de observar el mal comportamiento de sus superiores y que así rebajados y humillados, no se dieran cuenta de como obtenían sus pingües beneficios ilegales. Estaba también la mona presumida con carrera superior, que había nacido tan déspota como sus progenitores, y que ganándose el favor de sus superiores, abandonaba el puesto de trabajo y se iba a la peluquería, esa imbécil, cuando llegaba al despacho, después de hacer sus correrías, te tiraba los papeles a la cara y te ordenaba cuantos trabajos urgentes habías de ejecutar. Luego se fue modernizando todo y estos babuinos dieron paso a la trepa tramposa, que aprobó la carrera haciendo «favores» y las oposiciones por «casualidad». Así como también conocí a los ahorradores de material que te perseguían, a ver cuanto te duraba el bolígrafo y cuantos folios te quedaban en la bandeja… en fin. Estos cacasenos se siguen multiplicando y ocupando puestos, pero cada vez se retienen un poco más, pues las cosas van cambiando y aunque los coeficientes intelectuales están a la baja, ciertos reglamentos y la labor de los sindicatos, intentan sin mucho éxito paliar estos abusos. Luego están los que, con careta de buenas personas, se afilian a un mobbing, no siendo conscientes en su cortedad de miras, del daño que hacen cultivando su envidia y su mediocridad. Y ya no queda más que enumerar al aburrido hombre o mujer casados, que prefieren acosar a un compañero/a que divorciarse limpiamente. Ejem, ejem….
radiogaroecadenase
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