Los sabios chinos, griegos, tibetanos, romanos, etc. siempre decían que te sujetaras la lengua, porque las palabras ruines eran como piedras arrojadas sin vuelta atrás. Actuaban como dardos envenenados, como destructoras del amor y la amistad. La alusión a que tenemos en el cuerpo muchas cosas dobles, pero boca solo tenemos una, como señal de moderación al hablar, siempre se aconseja el silencio y la máxima prudencia.
Yo suelo ser espontánea y a veces violo la habilidad y el sentido de saber amordazarme la lengua. Sobre todo porque imito, a mi "Maestro Jesús", que no se detuvo a la hora de llamar a las cosas por su nombre, recordemos la frase de "sepulcros blanqueados" cuando se refirió a los fariseos hipócritas y cuando afirmaba ser el "hijo de Dios" so pena de soliviantar a los ya soliviantados romanos, que lo querían sustituir por Barrabás y crucificarlo.
Jesús soltó su santa lengua en las bienaventuranzas, en las parábolas y en sus predicaciones por el Gólgota, Galilea, Sinaí, Jerusalén, etc. etc.
Y como Él era el más sabio entre los Sabios, y se refirió a la" ira del justo" como le aconteció a sí mismo, cuando echó a latigazos a los mercaderes del Templo, pues he aquí que yo lo imito y suelto el teclado como mi lengua escrita en este momento. Las palabras se hicieron para hablar y el teclado para escribir. La buena oratoria y la buena literatura se ejercitan.
Sin embargo, nunca está por de más,
leer a los estoicos y otros filósofos que te enseñan cuando hay que callar.
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