
Hablo de mi carácter, medio manso, medio ingenuo, muy paciente, solo alterado por algunas iras, éstas irremediables, al sentir de cerca ciertas injusticias…Y cuando me relegan, me infravaloran, recibo escarnio y burla e incluso empujones, abro los ojos, reacciono con lentitud y pronuncio una frase que la dijo otro, pero que en el transcurso de los años la repito una y otra vez: «Déjales hacer, a ver hasta donde llegan…» Y no me reconozco, se me llena el saco de información, distendido y sin apretar los dientes, quedo orgulloso de mí, eso de aguantar y aguantar, pero al mismo tiempo dibujando la caricatura de los que abusan…¡Eso me llena de satisfacción!, pues el retrato ha quedado concluido, me ha dado finalmente al personaje, que se mostraba a sus anchas, largo y tendido por el plano gigantesco del que «campa por sus respetos» y sin el menor rubor, se mostró patán, débil, mujereta, chismoso, deshonesto, cruel y cretino. En el caso de ellas, las observé atónito, me devolvieron la faz de gallinas piconas, bajas e instintivas, con muy poca clase y mucha falta de educación. ¡Les dejé hacer a todos ellos, hasta ver a donde llegaban! ¡No falla! Son casos muy puntuales de falta de nobleza. Afortunadamente son sólo unos pocos y unas pocas.
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