
A orillas del váter de una habitación de hotel, y mientras escribía mentalmente mi cuaderno de bitácora, me senté y reí, aunque amargamente, cuando me di cuenta de que en realidad, cuando morimos y hemos sido realmente cainistas y falsos, el castigo no es ir al infierno, sino a una convención política de provincianos venidos arriba. Y es que no puede dejar peor sabor de boca una experiencia como esa. Santa Clara, escribía en sus cartas “ que Dios me guarde de vivir entre monjas”, y así fue como el asco por el corrupto tiempo que le tocó vivir la llevó a fundar la orden de “Las Clarisas Pobres o descalzas” y no es que yo me quiera subir a la parra y fundar una hermandad a estas alturas, pero sí que cada vez me parece más evidente que bien le vendría una lección de humildad a estos babuinos amaestrados. Hordas de politicuchos desalmados escasamente diferenciados por el color de su mediocridad, a cada caso más triste; desde el casi analfabeto con una petulancia y soberbia extrema directamente proporcional a su nivel de ignorancia y nula experiencia vital , hasta el golfo declarado que de tanto evitar hacer algo útil, se le ha mermado la capacidad y el seso sólo le da para gastarse la nómina en muy legítimos, eso sí, vicios y desviaciones. Y luego, el pobre arrimado que alguna vez sirvió, o que algo bueno dentro lleva, acorralado y amenazado por los anteriores para que simplemente acate y sirva de bulto a la masa de las amañadas y acordadas votaciones. Todos y cada uno de ellos como polluelos decapitados a las órdenes del capitán de equipo, el o la loca egregia de turno, que ordena cuándo comer, cuándo dormir y hasta cuándo levantarse o sentarse y que, se vanagloria llegando al orgasmo cuando consigue reproducir con griterío histérico los gestos y ademanes de las arengas hitlerianas, y que si alguna vez tuvo algún valor cívico o moral, se lo dejó olvidado en la primera cartera o bolso de Carolina Herrera o Tous que se compró. Después de vivir eso, querido amigo lector, ya no te quedará duda, esta democracia actual es una quimera, nunca llegamos a salir del Antiguo Régimen. El caciquismo continúa, aunque ahora en vez de amenazar al jornalero, (que también) se empolva y maquilla la cara como un payaso y posa para un “selfie” en las redes sociales. Con las palabras de Cela, me despido, que aunque facha y muy machista, decía algunas verdades como puños: “Hay mucha gente que no es auténtica y que no hace esfuerzo alguno por serlo. Esto es, que hace un arma de su propia falsedad. Esto es malo para todos. Ahora, en el pecado llevan la penitencia, porque peor que para nadie es para ellos mismos”.
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