top of page

EL POETA QUE LLEVO DENTRO por MELVIN ZAMORANO

radiogaroecadenase


Quisiera estar feliz para escribir palabras alegres que no dicen nada. No quisiera escribir cuando soy víctima de contratiempos de difícil solución, pues éstos, hacen que les concentre todo mi tiempo. No puedo definir en el momento en que se da a luz un poema. Ese primer verso que nos inspira Dios y que se coloca en la directriz del primer sentimiento lleno de intensidad, normalmente sobreviene después de una descarga de adrenalina, como para sustituir las grandes y pequeñas frustraciones. Aquí el poema cumple la noble función del desahogo, cuando parece que el corazón va a estallar. El primer verso, el segundo…y todos los demás, parecen ser el barco que nada en el mar de nuestras lágrimas, aunque enmascaran no sólo la tristeza, sino también el remanso de nuestra conformidad, que no es otra cosa que la pasiva resignación. A veces nacen de una veneración y un agradecimiento lleno de ganas de vivir. Mas creo que nunca llegan al centro de aquello que nos ha inspirado, ni tampoco lo sabe del todo el sujeto activo y pasivo que nos ha enamorado, ya que en el momento en que salta la chispa de la imaginación y la plasmamos en el escrito, por lo menos nos produce el bienestar de un desahogo interior, que se transforma en el deseo arcaico que poseemos los hombres y las mujeres de hacernos entender, a través de esta habilidad que va «in crescendo», ante la necesidad de la mente y del corazón, de relatar lo inusitado de nuestro pensamiento, lo que crea la belleza directamente, imperiosamente… El dibujo y el escrito es tan viejo como el ser humano, pero la poesía, diríase que pertenece al mundo del arte, ese que se instala como don divino, que muchos realizan dentro de sí y otros tantos no saben que lo poseen, pues tan importante es escupir la poesía, como disparar lo intensamente bello, lo que genera en el poeta, esta necesidad de hilvanar, pergeñar y definir el poema. Pero lo uno y lo otro es lo que me hace sentir la nostalgia, cuando no encuentro ese momento, ese segundo del ánimo, del que se apodera Dios para inmortalizar ese mensaje de alma sensible, el cual pertenece al hombre cabalgador sobre las olas del tiempo donde existe… desde todos los tiempos.

Comments


bottom of page