

Se asiste al teatro oscuro de la vida. Se fragua la obra en el escenario, no hay guión. No hay autores tangibles, es el espectáculo en vivo y en directo, se lleva al público las entrevistas a profesionales del mundo de los crímenes:abogados, psiquiatras, testigos, familia. Más tarde, para suscitar el sadismo encubierto, te pasan los informativos: catástrofes de la naturaleza, de los enfrentamientos bélicos, de las estafas, de las desgracias personales, de los «decesos» (la manera fina que tienen los seguros para definir las muertes), el morbo, y la persecución descarnada a todo sujeto viviente que llame la atención por algo; todo ello llama al morbo. Pero esto no sería un problema, si además de la inclinación natural al sadismo, un fenómeno que se desarrolla desde la infancia, ante el sufrimiento gratuito a los que la sociedad nos somete a los niños y jóvenes a diario, más claro: El hombre se constituye en enemigo de sí mismo. Y al no recibir amor ni paz, todos acudimos al «corto» diario de lo espeluznante. ¿Qué puede surgir de una sociedad tan involucionada? Qué pasará cuando los accidentes ajenos y su divulgación sea nuestro pan de cada día, que ya es. Un buen truco para conformarnos con el famoso «mal de muchos, consuelo de tontos. Bien es verdad que nos gusta estar informados, pero en la larga cola de disparates negativos, la única buena noticia descafeinada es cualquier muestra de sentimentalismo estúpido, para cerrar el espacio: Un pase de modelos, una mascota rescatada, una foto del horizonte…etc. y que nos distendamos cuando iba a sobrevenir la depresión diaria a la que nos tienen acostumbrados. ¡Que nos aproveche! Bienvenido el torrente masivo de malas noticias que nos encogen el corazón.
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