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EL TRUCO ESTÁ…por María Elena Moreno

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No vamos a hablar de amores únicos, infinitos, que vienen de Dios y son para siempre. No vamos a hablar de amores que nos perfeccionan, que nos retratan cuando se materializan y pueden dibujarse como una maqueta ejemplar de sentimientos llenos de profundidad, tampoco vamos a definir el edén de lo agradable, de lo intenso, así como nunca nos vamos a centrar en lo vivificante, ni mucho menos en lo necesario y estimulante, porque esos son regalos que les son concedidos a unos pocos agraciados, que portan el bagaje divino que se halla dentro de un puro, sensible y blando corazón.. Vamos a exponer el truco, cuando nos encontramos con personas exhibicionistas, o mezquinas, inestables, sádicas y caprichosas, que además se pueden adornar también de presunción desmedida y una superficialidad que te desconcierta y te hace reaccionar rápidamente para poner los pies «en polvorosa». En estos casos, el antídoto está en intercambiar la indiferencia por el silencio, el desamor por esa sensación que tenemos, cuando hemos encontrado algo tan ínfimo, que apartamos suavemente con la delicadeza de unos pies que evitan aplastar a las hormigas, mientras damos un paseo por el jardín. Nunca tiraremos cohetes de venganza, ni adoptaremos muecas de un descontento vulgar. Descenderemos hacia una piedad reconfortante en nuestro interior más genuino y respetuoso. Porque el mejor amor dirigido a la humanidad es sufrir por no querer y así nos inmolamos con el aburrimiento y el desencanto, pero ganamos en la práctica cotidiana de la educación, que es el traje de gala para asistir al baile, donde todos tienen derecho a mostrar con sus pasos y movimientos neuronales al compás, toda la gama de fantasías neuróticas, compaginando la extensión de sus extremidades con las carambolas que nos permite la pista, pero ¡ojo! para algunos no nos valen todos los patios, ni todo lo que desafina, además de las aglomeraciones y ni siquiera los ruidos de un bullicio banal y rocambolesco. Es ahí donde nos distinguimos cuando somos diferentes y nos vestimos con la capa de la soledad.

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