
Me hubiera gustado elegir una cadena de televisión, para ver «las campanadas», los supertrajes elegantes unos, atrevidos otros, pero opté por contemplar mi propio escenario. Este año no elegí ver a galanes que pasan desapercibidos ante figuras estelares femeninas, ajadas pero con historia o despampanantes en su exultante belleza. Son escogidas porque son muy mediáticas y famosas. También me ha desconsolado no poder contemplar los trabajos de humoristas grandiosos que hay en España, llenos de talento y de creatividad. Mas debo esperar a verlos en otro momento, cuando en adelante se puedan reponer esas filmaciones. No echo de menos ningún guateque y menos ahora con las amenazas de gérmenes mortales. Si añoro a ciertos familiares, que por lejanos no puedo acceder a su compañía. Me estoy conformando con la llamada de amigos de siempre, muy queridos por cierto, disfruto de mi familia, mis actividades. Me encantaría que los días se compusieran de más horas, más momentos únicos para sentir de lleno la Navidad, pues siempre me ha fascinado. No sólo por lo que representa, sino porque me hipnotizan las luces y todo los decorados que se vierten, para crear ambiente de celebración del Nacimiento más entrañable de la historia de la humanidad. Pero he aquí, que invertí mi tiempo en profundizar en cada persona allegada, en cada situación vulnerable que me atañe directamente. Lo lúdico lo traduje en esfuerzo, lo literario en espiritualidad y los escasos minutos de libertad y ocio, los convertí en remodelar mi vida presente y futura. Nunca se disfruta tanto de la existencia, como cuando paras la actividad diaria, sólo porque ya el cuerpo está al límite de fuerzas, sobre todo porque sigues el fuego de tu corazón, como los Reyes Magos siguieron los astros luminosos que conducían a Belén. Nada puede hacerte más feliz que saber cual es tu norte, tu finaldad, tu meta. Nada, nada mejor que tu individualidad, tus genuinos sueños, tus originales deseos, en fin…lo más alejados posible de la simpleza. Sin embargo, quiero alejarme de la testarudez que no lleva a ningún sitio, no quiero parecerme al hombre que montado en su borrico, iba entre los railes de la vía del tren y al encontrarse de frente con la locomotora, murmuraba: ¡Chufla, chufla, que como no te apartes tú!
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