
A lo largo de la historia, aquí en el planeta Tierra: Buenos, malos, líderes, militares, jefes, gobernadores, capitanes y generales destacados, como se les ocurriera asomar la cabeza, eran segados y entraban en el mundo de los muertos. Si no antes, después. Parece que la evolución no es óbice para que actúe la guadaña. Ahora en el siglo XXI de nuestra Era, poco ha cambiado, aunque las leyes actúan, impidiendo algunas salvajadas, las cárceles, sin embargo, se han puesto de moda. Siguen habiendo ángeles de huestes celestiales en los campos de batallas, vuelven los terremotos, las hambrunas, las sustancias peligrosas y ahora los corona virus, los cuales, según algunos, se les ha antojado como diminutos exterminadores y reguladores del crecimiento, en número, del género humano. El caso es que parece un lujo llegar a la ancianidad, donde culmina nuestra realización, la vejez. Culminar todas las etapas es un milagro de felicidad, de ahí que se le deseara larga vida al César. Desde luego, yo no quiero ser gallo cantor (el que acaba pronto en el asador.) Mas, no concibo la vida sin la comunicación. Valorar las materias informativas va en los genes, pero si veo venir mi propia exterminación, me meto en el gallinero y no salgo, prefiero que me retuerzan el pescuezo para algo útil como un caldo y a manos de una ama de casa, que me aderezaría en pepitoria, y de ahí al cielo.
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