
Guayota, se cansó de dormir y se ha despertado, baila a su propio son porque ha encontrado el «party» adecuado. Para él su alimento está en el desorden de los pobladores, su bebida son las lágrimas, su apetito se excita al ver el hambre y la sed de todos los oriundos y extranjeros que pululan por aquí. Sus tambores, los lamentos de los que pierden la ilusión. Le gusta la percusión de los latidos de corazones agónicos y se calienta con el rubor de los que sufren. Danza sin taparrabos y mira cobarde a través del miasma de la contaminación a modo de dispositivo artificial cuando termina la fiesta banal de los dispersos. Guayota está campando por sus respetos, se ha metido en los recodos de la desgracia, de la burla y escarnio de la tierra, pero dice que sus hermanos los guayotaprimos, están extendidos por todo el planeta. ¡Cuidado!, Guayota te quita el bocadillo, te empuja al precipicio y te obnubila la mente… Guayota vive en la mediocridad y se complace en la promiscuidad, el egoísmo, la envidia, la codicia y la estupidez. Si lo sientes a tu lado ¡protégete! Agarra un Rosario, una Biblia, ajos, lo que sea y huye….
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