
Como siempre, el misterio del choque entre galaxias dará lugar a nuevos mundos, e igual que se extinguieron los dinosaurios, el fuego y las explosiones eliminarán todas las culturas, pero existen quintas y sextas dimensiones en donde se almacenan las ondas del amor. Donde se diseña la eternidad. Las huestes celestiales, esperan impacientes a que los seres humanos obtusos, dejen de hacer la guerra y hagan el amor, el amor de la serenidad, el amor cálido entre los humanos, el amor espiritual, el de la llama encendida que da luz. Las imperfecciones, las enfermedades mentales, la monstruosidad, dan lugar a la beligerancia. También la codicia, madre de la envidia y del egoísmo, pulula por ahí, maquinando estrategias donde el bello planeta Tierra, está en juego. El tercer cuerpo caracterizado por su color azul, que orbita el Sol a gran velocidad, milagro inusitado, cuna de la vida en todas sus variantes, agoniza. Morirá cuando desaparezca el Sol, pero mucho antes quedará estéril y abandonado a su suerte: No quedará piedra sobre piedra, lo dijo Él. Nuestra cultura vagará en el espacio como materia escrita e impresa en indestructibles materiales, como señal de que un día el amor se volvió fértil e inundó la creatividad. La guerra con el hermano, con el vecino, con la naturaleza y con los pobladores del mundo entero, revela cuan atrasados estamos en los estadios de la evolución. Aquí la deformidad de la mente y la fealdad de los rostros descompuestos por el odio, dan lugar a la perpetuidad del caos. Lo bueno ha emigrado y renace cada segundo en el mundo espiritual. También lo dijo Él, en la cruz, cuando vaticinó el paraíso y el viaje hacia el Padre. Las manos abiertas del máximo poder que son la omnipotencia y el amor infinito, están tendidas y han emprendido la peregrinación hacia el mundo de la felicidad, la paz y el amor…Pero aunque se vislumbran, todavía forman parte de lo oculto y lo sublime.
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