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INVENCIBLE por ÁFRICA BARBAS

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INVENCIBLE. He conocido a pocas personas invencibles, pues se dice que nadie lo es, aunque no sea cierto. Para ser invencible, debes haber sido educado en la adversidad, en la constancia, en el valor y en la disciplina y voluntad férreas y con ternura o sin ella, deben haberte señalado en el horizonte, el rumbo fijo de la verdad. Por supuesto, si invencible quieres ser, deberás caerte muchas veces, para conocer y medir, una y otra y otra vez, lo que cuesta volverse a levantar. No conocerá rival si posee en su corazón una pasión cálida y amorosa para darse cuenta y aceptar, que el mundo en cualquiera de sus formas, no se posee, ni se modifica, sino a lo sumo, se comprende, y usará su racionalidad afilada y precisa como una cuchilla, para desgranar cada filamento de realidad en múltiples vértices de información útil y vorazmente atesorada. La persona invencible, es indomable y construirá en su pecho, un refugio ancho y profundo a la humildad para evitar el engaño de lo humano y solo creer en lo honorable y lo invisible, limpio de polvo y paja del orgullo y la soberbia, y no se pierde en las formas aunque adopte muchas, pues su fondo es inmanente, imperturbable. El invencible no se preocupa por ser mujer ni hombre, ni rico ni tampoco pobre, ni ambos a la vez, pues sabe que todos los que bajo el sol se doblegan, se llevan a sí mismos como la más pesada carga que puedan llegar a conocer, y ciegos y locos disputan, luchan, envidian y confunden, la piel ajena con la amenaza, el enemigo. No piensan, que tal vez, el mismo miserable que pretende destruirte es tan mezquino y pobre como tú mismo. Y es ese pequeño rayo de luz, el tesoro que nadie logra ver por más que reluzca, la fuerza imparable. Saberte torcido y enfermo, débil y desmesuradamente vulnerable, saberte triste y caído, seco al fin por el combate y aún así confiar en la luz del alba y levantarte. Levantarte siempre con la espada, desencajado de dolor y de pérdida y cabalgar siempre veloz hacia delante, porque no existe mayor enemigo, ni encontrarás peor obstáculo que tú mismo, amigo. Y si consigues derrotar tu dolor, tu desesperanza y tu vacío, encontrarás en la falta de propósito, el mismo aliento que te empuja a vencer, una y otra y otra vez, despiadadamente vencer, en el agotamiento y la ceguera, por el mero hecho de seguir, de ser motor y principio aunque no se vislumbre aún de qué. Con tu honor, celebrarás en silencio que nadie, absolutamente nadie podrá interponerse entre tu destino y tu propósito, y templado ya como el acero, vendrás a verme, amigo porque yo, también yo, soy invencible.

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