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LA CUCARACHA DEL ESCRITORIO por MELVIN ZAMORANO

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Mi amiga nunca pudo matar la cucaracha del escritorio, la vio crecer, comerse las migas del bocadillo. Nunca supo por qué se encariñó con ella. Algo parecido a la mosca que entró por la ventana y toda la tarde se ha estado cagando en la pantalla de mi ordenador. Estoy ocupado y siento vagancia para levantarme y buscar el «flis». La he indultado. Algo parecido es cuando te enamoras de algo feo. Cuando obvias unos horribles granos entre unas facciones vulgares, porque encierran una envolvente personalidad. Y como dice Pablo Alborán, nos hacen volver a caer,si nos vemos privados de su presencia. Otra cosa más grave es,cuando parece que una persona que te gusta y te intimida, se coloca en las coordenadas imposibles de una sexta dimensión, para que tus manos nunca puedan alcanzarla. Traslado esa misma sensación, a esa oportunidad en lo profesional que nunca llega, para nosotros, quizás porque se encuentra en esa calle paralela, cuyas señales nunca ofrecen el permiso para invadir. Indultamos personas que se introducen en nuestro espacio con descaro pero a la vez,con simpatía. Entendiendo por indulto la aceptación de sus encuentros diarios. En otra época rechazadas de inmediato. En cambio no sabemos por qué, perdonamos la vida a una cucaracha, y no entendemos como hacer,para trazar las líneas divisorias a seres humanos cuya máscara nos habla de una chabacanería desagradable, de comportamiento snobista, sin nada que se traduzca en un atisbo de originalidad.

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