
rrem rrem Las cosas inertes no son nada sin la mirada interpretativa del SER HUMANO, que descubre, nombra, clasifica, respeta y sobre todo estudia. Descartamos al humano predador animaloide y nos centramos en el hombre o mujer verdadero. Éste es el que da significado al mundo de la luz, la imagen y el color. Las grandes manifestaciones religiosas no dejan de ser rituales insignificantes si no fuera por la fuerza de la mente y la potencia de la espiritualidad de los hombres. Los seres humanos, van detrás de un trozo de madero, siguen un icono, una estatua, que de pronto cobra valor cuando ¡todos a una! derrochan su fuerza espiritual, el poder de sus mentes y la FE colectiva. Las procesiones llevan consigo un fenómeno inusitado y que a menudo pasa desapercibido, es el fenómeno de la fe y la esperanza depositada en los símbolos que impulsan a los devotos. Los oropeles y la multitud son solo visualizaciones vulgares si no se añadiera el condimento sagrado de la fe. Las procesiones y los rituales eclesiásticos, reúnen variopintos colectivos: Gregarios, desmotivados, tradicionalistas, convencionales; que de pronto se activan bajo la fuerza de la costumbre. Sólo un pequeño grupo de creyentes son consecuentes con la manifestación extrovertida de sus sentimientos y obran en consonancia con lo que conlleva el misterio. Son personas auténticas que llevan en su corazón el verdadero sentido de la religión y las creencias. A ellos y por ellos dedico estas palabras. A los que expanden la fuerza del amor. A los que se congregan con el mismo motivo, dar gloria a nuestro ¡Señor Jesucristo! y desarrollan las virtudes en su vida diaria.
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