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LA PSICOLOGÍA EN LOS AÑOS SESENTA, por María Elena Moreno



Desde que el padre de la psicología, Sigmund Freud, comenzó con los psicoanálisis, y sus sucesores siguieron haciendo descubrimientos, se sigue avanzando en el conocimiento de la mente. Hoy en día me asombra la certeza en los diagnósticos y las terapias que se desarrollan para paliar los trastornos de la personalidad. Me sentí atraída por esta ciencia, así como por la pedagogía, solo que a nivel de lectora ávida y de observadora de todo conocimiento, que pudiera estar a mi alcance o cayera en mis manos por aquel entonces. Yo era una niña, cuando me practicaron el primer test de inteligencia y de personalidad. El psicólogo, un señor que tenía la carrera de filosofía y psicología, se iniciaba llevando su batería de test a los colegios. Un día nos anunció la maestra de clase, que nos iban a pasar esos test. El hecho de imaginar el resultado obtenido y que éste se quedara para siempre en mi memoria, condicionándome en el propio conocimiento de mi persona, me puso muy nerviosa. Creo que bajé en la puntuación, pues estaba muy tensa en esa jornada, frente al psicólogo, que nos hizo preguntas y nos pasó unos dibujos de fichas de dominó y otros galimatías durante casi toda una mañana. Pasaron los días y llamaron a mi madre. Le entregaron los resultados y ella quedó tranquila, pues le dijeron que su hija era normal y le perfilaron parte de mi temperamento y personalidad. Al cabo de una semana en un recreo, recuerdo que vi al psicólogo «reunido» con unas adolescentes hijas de padres bien acomodados, y él no hacía sino observarlas y preguntarles cosas. No recuerdo como me enteré de que aquellas niñas, por cierto guapísimas y saludables, además de poseer ciertos aires de seguridad en si mismas, habían obtenido unas puntuaciones rayanas con la subnormalidad. Él psicólogo, extrañado al verlas después de la evaluación de inteligencia, puso un rictus de perplejidad. Ellas divertidas, se reían del profesional. Probablemente cuando les pasaron los cuestionarios, ellas no les pusieron asunto, pues estaban pensando en que llegara la hora de la salida, o qué vestido se iban a poner el fin de semana. Observé que todas las chicas que habían obtenido tan bajas puntuaciones, fueron buenas profesionales, se casaron y llevaron una vida muy normal. Otras que no destacaban en casi nada, obtuvieron puntuaciones de «brillante», posiblemente éstas se esforzaron por resolver los jeroglíficos y dibujitos complicados al azar y acertaron con las respuestas. La poca fiabilidad de estas pruebas fue mejorando con el tiempo. Recuerdo que el profesional en cuestión, comenzaba a interesarse por técnicas como la grafología, que se estaba poniendo de moda en España y también optó por estudiar los grafismos de dibujos infantiles para detectar comportamientos anómalos. Este hombre estaba muy interesado en la hipnosis y observé como les daba un cachete a los niños y les miraba fijo, como ensayo, a ver si hipnotizaba a alguien, pero creo que, prácticamente, tuvo poco éxito. Hoy en día se estudia sobre bases científicas muy certeras, e incluso los máster en estas materias del conocimiento de la mente humana, van estrechamente relacionados con la medicina terapéutica e investigaciones muy depuradas. Cuanto más estudian, más intrigados están los científicos, pues estas materias, no son exactas, pues a pesar de que todo en el universo es matemático, y que se emplea para avanzar todo tipo de aplicaciones estadísticas, amén de los estudios de cada expediente personalizado y archivado, los cerebros humanos son tan complejos, que no se conoce de ellos sino acaso un 10% de sus variables en funciones y capacidades. No dejo de maravillarme de cómo los escritores de fama y prestigio, perfilan personajes dignos de estudiar y uno de estos literatos, como por ejemplo William Somerset Maugham, muy popular y el mejor pagado del momento, decía que se extrañaba de que personas con personalidades contradictorias, llegaran a armonizarse y obtuvieran la armonía y la feliz adaptación a la vida. Como en todos los que se han adentrado en estas ciencias o en otras, poseen la humildad del sabio, «solo sé que no se nada»

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