top of page

LA TERTULIA DE LAS SIETE por MARÍA ELENA MORENO

radiogaroecadenase


Siempre resultan románticos los tiempos de nuestra juventud, cuando éramos lo suficientemente adultos como para no engañarnos acerca de la vida y lo bastante jóvenes, como para comprender un poco quiénes somos en realidad, nuestra finalidad y conexión con El que nos ha Creado. Y se empiezan a tener nociones del significado de nuestra existencia. Recuerdo cuando después de merendar y casi llegando a la hora de la cena, yo me esforzaba por cocinar, para mis amigos, diferentes tipo de croquetas y la clásica tortilla española, que acompañábamos de una bebida de cola refrescante. Esos momentos, de ilusión estomacal, se compaginaban con la idea de celebrar nuestras reuniones, al pie de nuestra biblioteca. Mis amigos contertulios, siempre fueron elegidos por mí, entre los más sensibles y por supuesto, que no se confundiera su talento, su brillantez y generosidad, con el ego agobiante y centrifugador de los que empiezan la casa por el tejado, siendo éste, el techo de la casa imaginaria, la imagen distorsionada de sí mismos, actuando como si pensaran que querer ser, o el querer llegar, está huerfano de esfuerzo y de sacrificio. Luego la casa hipotética, no se adhiere a ningún pilar y se derrumba por culpa del cribado, que ejercen los consumidores de lectura de todo tipo, siendo más jerárquico el lector que el escribiente, que queda relegado a caricatura de sí mismo, y lo más alejado de los genios del Siglo de Oro Español. Pero ya no digo este siglo, el de oro, sino que desilusionada, me refiero a un siquiera posible modesto escritor, un tránsfuga profesional, un impostor. Lo que ocurre es, que toda niciativa, es tratada por mí con el respeto que merece la evolución de nuestra cultura. Mirando alrrededor, todo vale humildemente, pero entrando en el pensamiento que juzga y se juzga, nos damos cuenta muy a menudo, que se encuentra sin calidad el que escribe y se constata ignorante el que lee. Y en esas sabrosas tertulias, nos complacíamos en enumerar una serie de faunos representativos de ególatras, que entre mis amigos/as y yo, podíamos definir desde ya, engullendo la segunda croqueta y definiendo sus disfraces de triunfadores, mezclándose la avidez del trago de dulce y burbujeante cafeína, con la sonrisa irónica que daba la chispa que iluminaba la pupila, cuando subía a la imaginación en las tardes creativas del verano, y nos hacíamos cómplices en la benevolente ironía. Nos fijábamos en los faunos que se encontraban a nuestro alrededor, éstos se inspiraban en lo sulime, pero se olvidaban, que elegir emplear codazos para sobresalir, reduce lo angelical a pedazos que configuran pretenciones, que coartan lo que había empezado bien y lo cambiaban por lo que se transformaba en un triste final. El rimar Sevilla con tortilla lo salvaban con el plagio solemne del último párrafo para disimular. Encontramos faunos que parecían haber tirado el reloj de la sensatez al Támesis, pues se olvidaban de consultar su propia conciencia, la cual los delataba dolorosamente en su interior. ¡Cuánto! valorábamos en la tertulia, al sencillo, que ávido de expresarse, lo hacía advirtiendo de antemano que él o ella no sabía escribir.

Comments


bottom of page