
Que una compañera de trabajo leía en los labios. Nadie sabía de su habilidad. Llegó un día y me dijo:- ¿Sabes?, mañana te cambian de despacho. -¿Cómo? le dije. -Sí, que le leí en los labios a la bribona de la secretaria del jefe, «que gracias por el cambio, que ahora estaría más tranquila.» Yo estaba lejos, pero le entendí al Jefe, cuando le respondió: «de nada mujer, ya lo tenía pensado.» -Y ¿mi nombre? ¿oíste mi nombre? -No, pero eres tú, porque por los pasillos se rumorea hace meses, que dicha elementa, quiere que te cambien a un despacho cutre, para vengarse de que te tiró los tejos y tu ni caso. -¿Tejos a mí? Pero, si yo no me he enterado. -Ese es el problema, que ni te das por aludido, debido a que tú con tu familia o sea tu mujer y tus hijos, estás tan ocupado que no miras para nadie. Pero todos sabemos que «ella» ha estado meses diciendo lo bueno que estás, lo interesante que eres, lo varonil, que ¡qué ojos! que ¡qué boca! para darte un beso, etc. etc. o sea que has levantado la polvareda entre las aburridas administrativas y así te va, formándosete por detrás un secreteo a voces…y ahora ves los resultados. -Y yo ¿que hago ahora?. -Pues nada, no hagas nada, porque todos están en tu contra. Pues creen que eres un vulgar seductor. Y aconteció, que al día siguiente, me cambiaron de despacho y yo me hice el nuevo, como si no supiera nada. Luego y contra todo pronóstico, me gustó el despacho, pues está alejado, puedo meditar, leer el periódico y comerme el bocadillo de mejillones con cebollas y el olor no llega al patio de trabajo. Lo más que me desagrada, es ver como llega el cura a las 9 a darle la comunión al Jefe y luego de un ratito, se va escaleras abajo. ¡Hipócritas! De todas maneras, a Conchi, de vez en cuando, la invito a tomar café en el bar de lujo que tenemos al lado, pues quiero que siga leyendo los labios y que me mantenga informado «De todo».
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