
Lo que perdura es la esencia del genio. El genio viene del más allá, en el albedrío de la casualidad. El genio viene de la belleza absoluta, la que revela la armonía de la personalidad. Esa que solivianta a los que saben admirar y carga de odio a la más absoluta mediocridad. Basta un solo genio de bella intensidad, para redimir al mundo pestilente del aburrimiento, basta un sólo adalid que transmute el liviano magnetismo en la fuerza del oro, del encanto personal. En cada rayo y liderazgo de la perfección de la originalidad, caemos rendidos ante el imán de lo más poderoso, del arrebato de la inusitada forma del ser. Baila, pinta, escribe, crea, esculpe, canta, llena al mundo de musicalidad. Levanta la oleada de la admiración, y nada en el mar de la pasión de los enamorados, porque ese es el germen de la maravillosidad. Venera, llora, grita, desea,vomita la saturación de la sensualidad. Y si no quieres morir, ante la fatiga sudorosa, que exalta el elixir de la locura desatada en amores suicidas de ultratumba, multiplica las imágenes de una a otra, para que ninguna te trague, te fagocite, te pierda, te anule, te absorba, te fulmine y te destruya.
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