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Los mezquinos no deben cocinar. Por María Elena Moreno.

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El que no cocina con amor, no debe hacerlo. Al que le duele el bolsillo y escatima en materias e ingredientes, no debe realizar bazofias descafeinadas. El que no quiere invertir su tiempo, ni percibir el humo en los ojos, ni llorar con las cebollas, ni teñir de negro las yemas de los dedos manipulando verduras y tubérculos, no debe expandir sus birriosas recetas. Cocinar es cansancio, querencia, sacrificio y generosidad. Todos los que cocinan bien son estrellas natas, buenas personas y decentes servidores. Los zarandajos, vagos y tramposos, nunca deben entrar en la cocina. ¿Cómo van a freír bisctecs como suelas de zapatos, cómo harán arroz tres delicias sin delicias, cómo presentar estofados con vetas y durezas, cómo pescados llenos de espinas. Si soy mezquino/a, me dará envidia que otro coma bien. Intentaré darle gato por liebre, y no le regalaré mi tiempo, pues mi egoísmo me lo impedirá. Absténganse petimetres, relambidos/as, bajunos/as, culos de mal asiento, tramposos/sas, de entrar en la cocina. Que cocinen los que se cubren el pelo y se lavan las manos, los que prueban la comida y cambian la cuchara. Los que disfrutan haciendo felices a los demás y estudian manipulación de alimentos o lo practican con sabiduría. Siempre y en todos los estamentos, por la huella y heces, se rastrea y conoce al pájaro/a. .

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