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LOS OJOS DE MARÍA por MELVIN ZAMORANO

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Ella se sentaba en la silla mecedora, golpeaba el sello de zafiro rojo, que nunca se quitó del dedo, contra la madera del reposabrazos y se oía un cortito ritmo de toquecitos de tono agudo sobre el duro barniz. Y yo me acercaba rollizo y blanquecino, me colgaba de su bata, estampada imitando cachemir de nylon, blanca y negra. Ella me indicaba que no le tirara de la tela pues le hacía daño y le rompía los botones. Sacaba su mirada de ojos grises por encima de la gafa y sonreía, esperando la primera pregunta de la tarde. Recuerdo que le dije: -Abuela, ¿tú adivinas el futuro? Y ella me contestó: -Bueno, hasta donde alcanza mi raciocinio, mis deducciones, y mi intuición. -¡Qué pena abuela! que no podamos saber lo que nos va a pasar,¡ ni cuando nos vamos a morir!. Mi abuela se horrorizaba de que un niño tan pequeño pensara ya en la muerte, pues los pequeños se creen inmortales… Entonces continuaba, -¿sabes?, Dios lo hizo así para que no sufriéramos, pues si tú sabes que mañana te va a doler la barriga, desde hoy ya lo pasas mal, y si no te enteras de nada, pues vives feliz hasta mañana. -Abuela, ¿y tú hubieras cambiado si supieras lo que ha pasado.¿Hubiéras evitado algo? -Pues no, porque de lo bueno no me arrepiento y de lo malo que me mandó el Señor, pues tampoco lo cambiaría, porque he aprendido mucho de los tropiezos. -Abuela, y tu marido que era mi abuelo ¿cómo era? ¿tú lo querías?, porque me dijo mi madre, que vivieron durante un tiempo separados hasta que él murió. -Tu madre no debería de contarte verdades a medias. Mi marido o sea tu abuelo, vivía aparte, porque tenía una enfermedad y lo cuidaba una enfermera, y en esos días, yo estaba internada en un hospital y tenía que operarme y cuando salí, me cuidaban en mi casa otras personas. Pero siempre nos quisimos mucho, y por eso tú estás ahí, porque tuvimos muchos hijos y nietos. -Y ¿cómo era abuelo? -Pues era muy guapo, muy listo y trabajador, y tengo una foto de él, vestido de militar. Poseía el don de saber hacer de todo, pero tanto tu abuelo como yo, salimos muy mal parados de la Guerra Civil, y eso fue lo que acabó con nuestra felicidad. Como ves, aunque hubiéramos sabido lo que iba a pasar, eso no hubiera impedido que formáramos una familia feliz durante muchos años. -Entonces abuela es mejor no saber nada. -Pues sí, pues eso. Y de allí para acá, mi vida ha sido un saco de sorpresas, pues no precisamente ha sido monótona, muy al contrario, nací bajo el signo de las tormentas, pues me alumbran los planetas del cambio, la tragedia, los acontecimientos inconexos, virajes de 180º, todo eso y muchos mas fenómenos, han sacudido y sacuden mi existencia y continuarán haciéndolo.Menos mal que «a priori» no nos enteramos de nada y así nuestro corazón, pues aguanta más «las sacudidas».

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