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MANÍAS SECRETAS.-por MARÍA ELENA MORENO

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Ahora no tengo tiempo para buscar el autor que dijo:»si quieres conocer a alguien no te fijes en lo que dice, ni en lo que hace, sino de que se ríe» Me quedé pasmada, pues vinieron a mi mente escenas reales de sonrisas, carcajadas y lo que es más significativo, la burla. Desde la risa bonachona de los limpios de corazón, hasta el escarnio de los crueles inestables, toda una gama para satisfacer la curiosidad de los psicólogos sin o con licenciatura. Pero hay algo mucho más interesante que tiene mucho que revelar: Las manías secretas. Desde el alma de los ajedrecistas de la política, hasta los observadores diarios de enjambres sísmicos, toda una gama que manifiesta la biodiversidad de los cerebros. Que cada uno saque sus propias conclusiones, pero advierto que es búsqueda difícil, sobre todo si lo haces con el poco tiempo libre que nos queda, después de la labor. Estas informaciones vienen a nosotros de manera espontanea, aleatoria y fortuita. Algunos marean con el tema del hijo, pues proyectan sobre él, los logros y éxitos que ellos no pudieron desarrollar, y son algo cansinos pero no dejan de tener toda mi ternura, siempre que no rajen a los vástagos de su prójimo. Más tierno aún son los que sólo hablan de sus cebollas y el tamaño récord de su cosecha. Hasta aquí todo normal. Pero se nos erizarían los pelos de la obsesión oculta y vergonzosa, a la cual no podemos acceder para tratar de conocer a alguien, y no me refiero a los vicios. Hasta aquí sigue siendo todo normal. Lo que más me «inquieta» suelen ser las inteligencias puestas al servicio de lo que se pone ahora de moda en los confesionarios de Semana Santa: «La manipulación codiciosa» lo que lleva a las personas a adquirir el pase gratuito hacia las catacumbas del infierno. Se trata de un complicado reino de los subterfugios, donde maquiavélicamente se parasita a los ingenuos, a los trabajadores, a los afectivos y leales hombres de bien. El dedo del emperador que decide a quienes no se les ayuda, a quienes no debemos acercarnos, a quienes derrotamos y a quienes les practicamos la más cruel de las indiferencias, pues hace más daño el que contempla las maldades sin hacer nada para evitarlo, que el que de manera sádica, las ejecuta. Como reflexión de esta Semana Santa, líbrenos Dios de practicar la adoración al bellocino de oro.

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