
Fueron mis mejores vacaciones, porque el Sol me acarició en la tarde, cálidamente y mi piel recogió los mejores rayos. Las olas y el salitre tonificaron mi piel, que despertaba a una realidad pasmosa pero llena de pasión de vivir. Recordé la insonora habitación donde ruidosamente los tambores entraron directamente en mis venas y me enamoré del amor contemplativo hacia el mundo. Mis hormonas sonaban dentro, doliendo en las manos y en el corazón. En cada latido tomé conciencia de mi ser y cada corola que se llevaba el viento, era como una acción de gracias hacia la élite de un diseño de alta gama, que asomaba en mi mirada hacia la total lealtad, hacia el sacrificio absoluto, hacia un amor de precipicio, por el cual despeñé como siempre, matándolo por bello pero más que nada por no correspondido. Por ser caricatura de espejo divergente, por ser estrambótico, por no enraizar en la arena contaminada por el sadismo y demasiado sustrato cálcico, como roca residual de lo falso y lo ridículo. Saltó al vacío en medio de la instantánea de la divina luz y los picachos acuchillados en negros, grises de plata y glauco manto terciopelo, revelando lo nuevo, lo que crece en lo inhóspito, de rabiosa belleza paralela a mi pasión de poeta irredenta. Creo que volé pegada a la pardela y otras veces a horcajadas en el lomo del cuervo inteligente, de mirada sagaz e insaciable. Canté con la garganta en muda voz, totalmente escondida en la orquesta de los violines del aire travieso y las gotitas que reventaban en la sien, mientras corría y corría mi alma tras los arbustos donde se huele el placer, ese punto orgásmico que consigue el que acumula el amor en el pecho, y se retiene la alegría hasta que te sumerges en las cascadas de algo que es alma, que es vida extrema… Así rememoro mis vacaciones en un estado otoñal para mi, pero en el continuo nacimiento de mis infinitas querencias, absorbiendo sangre púrpura como las rosas y expandiendo el color de las desilusiones, que se convierten en piedras cósmicas de incandescente intimidad que todo lo arroya.
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