MI LIBERTAD por CARLOS GAVILÁN
- radiogaroecadenase
- 6 sept 2016
- 4 Min. de lectura

Generalizas, das libertad a tus ideas, expresas tus sentimientos sobre un mapa humano-social y mantienes un diálogo con ellos. Pero también sabes que ese modo de vivir precisa de núcleos de estabilidad personal para poder mantener un modo de pensar y de sentir diferente. Un sí mismo libre de la abrumadora influencia de una humanidad que en muchas ocasiones se comporta de forma intrusiva y cosificadora, lo que te permite abrir nuevas maneras de pensar y percibir el mundo. Mi mayor deseo es tener una vida interior rica y una imagen propia de mí mismo, lo que te convierte, hasta cierto punto, en un soñador. SOCIALIZACIÓN DEL HOMBRE José Ortega y Gasset Desde mediados del siglo último se advierte en Europa una progresiva publicación de la vida. En los últimos años ha avanzado vertiginosamente. La existencia privada, oculta o solitaria, cerrada al público, al gentío, a los demás, va siendo cada vez más difícil. Este hecho toma, por de pronto, caracteres corpóreos. El ruido de la calle. La calle se ha vuelto estentórea. Una de las franquías mínimas que antes gozaba el hombre era el silencio. El derecho a ciertas dosis de silencio, anulado… El que quiera meditar, recogerse en sí, tiene que habituarse a hacerlo sumergido en el estruendo público, buzo en océano de ruidos colectivos. Materialmente no se deja al hombre estar solo, estar consigo. Quiera o no, tiene que estar con los demás. La gran vía y la plazuela rezuman su alboroto anónimo a través de los muros domésticos… La socialización del hombre es una faena pavorosa. Porque no se contenta con exigirme que lo mío sea para los demás –propósito excelente que no me causa enojo alguno-, sino que me obliga a que lo de los demás sea mío. Por ejemplo: a que yo adopte las ideas y los gustos de los demás, de todos. Prohibido todo aparte, toda propiedad privada, incluso esa de tener convicciones para uso exclusivo de cada uno… La Prensa se cree con derecho a publicar nuestra vida privada, a juzgarla, a sentenciarla. El Poder público nos fuerza a dar cada día mayor cantidad de nuestra existencia a la sociedad… Ahora, por lo visto, vuelven muchos hombres a sentir nostalgia del rebaño. Se entregan con pasión a lo que en ellos había aún de ovejas. Quieren marchar por la vida bien juntos, en ruta colectiva, lana contra lana y la cabeza caída… El odio al liberalismo no procede de otra fuente. Porque el liberalismo, antes que una cuestión de más o menos en política, es una idea radical sobre la vida: es creer que cada ser humano debe quedar franco para henchir su individual e intransferible destino. Agosto de 1930. El espectador Mi libertad Describo mi situación del mismo modo que analizaría el entorno en el que me muevo, a través de una calle angosta, adoquinada de piedras y vegetación. Es una calle misteriosa, enigmática, perdida, apartada y solitaria, con fachadas abandonadas, tapiadas y tristes. Una huracanada neblina se apodera de todo en un instante dejando pasar a su través un rayo de luz en las primeras horas de la mañana. Es una calle silenciosa que no parece tener ni principio ni fin, estoy de pie, quieto, a mi alrededor no veo a nadie, no entiendo nada, no puedo explicarme esta situación, me siento atrapado, no lo comprendo; a lo lejos observo a varias personas que no logro distinguir, caminan en grupo y parecen muy seguros de sí mismos, supongo que al menos saben dónde van, yo ignoro si es mejor avanzar o retroceder, tengo que tomar una decisión porque pasa el tiempo y comienzo a sentir frío, probablemente seguir avanzando sea lo correcto aunque no entendamos nada. Repetir esta situación desde hace tanto tiempo, implica tomar decisiones que nos ayuden a mantener viva la esperanza en un mundo de heteronomías, de sociedades complejas que no tienen definición. Tome la decisión de seguir caminando mientras me quedaran fuerzas, la luz se alejaba lentamente y yo me encontraba más próximo a la oscuridad, sentía el temor de perderme cuando ya no fuera posible ver nada, pero al mismo tiempo pensaba que no era necesario correr, que en la vida siempre, siempre se llega tarde. Al final de esa calle, me encontré en lo absolutamente otro, estaba sobre una cima con dos caminos, uno descendía hacia el abismo del mundo real, al caos; el otro ascendía hacia una luz de la que ya no se regresa. Como un guerrero casi vencido por la fatiga continué mi andadura, tenía la certeza de que sería libre cuando alcanzara mi objetivo, y de que ya no habría más calles silenciosas. Me arrepentía de aspectos reprochables de mi vida pasada, y hacía reflexiones sobre mi vida dañada, me preguntaba ¿Qué debía hacer con el tiempo que durara mi vida?, decidí continuar con aquellos procederes en los que pudiera reconocerme sin vergüenza, sintiendo autocomprensión sobre como quisiera ser y como quisiera que me reconocieran los demás. Esta distinción no era fruto de la arbitrariedad, debía ser mi propio redactor, un redactor responsable frente al orden de las cosas en que vivo, responsable frente a Dios, convencido de que todo había surgido de mis propias fuerzas. Grandes palabras como verdad, mundo, realidad, llegaron a mi conciencia. Compleja maquinación que se cierne sobre los pobres habitantes, que en muchos casos son arrastrados por la vida y que actúan siguiendo unos hábitos adquiridos que son completamente inconscientes. Cuando voy por estas calles me doy de codos para entrar en el autobús y así poder llegar a tiempo al trabajo, soy rival, soy un individuo más que tiene que ganarse el potaje, un superviviente de la violencia urbana, por supuesto que así no es posible ser libre. Por la noche, de regreso a casa, cierro la puerta, y entro en mi territorio de neutralidad, de ecuanimidad, me exijo recogerme y desligarme de las dependencias de un entorno abrumador para ser consciente de mi individualidad y libertad. Emancipándome de la autoinflingida cosificación, ganando al mismo tiempo distancia al sí mismo, recuperándome de la anónima dispersión de una vida sin respiro y fragmentada, dando así continuidad y transparencia a mi propia vida. Intento asumir la responsabilidad de mis propias acciones estableciendo lazos vinculantes con los demás, y entonces, comienzo a hacer las cosas como yo siento que se deben de hacer, viéndome a mí mismo tal como soy, uno decide, elige de una manera consciente. Al final de lo que se trata es de ser un poco más consciente de uno mismo, de establecer un orden en un mundo desordenado, y esa es mi libertad.
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