
Cuando lo encontré, me dijeron que era un cachorro de Presa Abanderado, otros decían que era un cruce entre un Labrador y Gran Danés, el caso es que nunca supe exactamente cual era su ascendencia. Lo alimenté con todo el cariño y fue creciendo y creciendo. Dejó atrás su raquitismo, debido a los días en que estuvo abandonado, y sin comer, apenas tenía dos meses. Era tan noble que parecía bobo. Sin embargo, sabía enfrentarse, si se cruzaba con algún perro agresivo. Nunca atacaba el primero, siempre iba de buena intención con todo ser viviente. Yo le evité, en toda ocasión, que pasara por malos momentos, me escabullía con él si veía alguna amenaza. Gandulito le tenía pánico a los coches, y a los sitios abiertos, algo que nunca entendí, pero estoy seguro de que es feliz en su espacio, donde corre,y se asoma a las vistas para respirar el aire del mar. Es muy curioso y le lleva el control a todo lo que se mueve en el vecindario. Cuando llego a casa se asoma y ladra gozoso, espaciadamente, con su sonido de trueno, como si me diera las gracias y la bienvenida al mismo tiempo. Su envergadura le impone a cualquiera, si no conocen su naturaleza pacífica. Cuando lo llamo se pone en dos patas para contemplar desde el muro blanco, el horizonte como si fuera un amigo cariñoso y me da un par de lametazos. Han pasado muchos años, ya es mayor, pero aún conserva la vista y el olfato. Posee una cabañita de madera que le proteje del frío, del viento y la lluvia. Nunca hace por escaparse, como si pensara ¿dónde voy a estar mejor? Me imagino lo feliz que será viendo las estrellas, y lo mal que se lo pasa, cuando oye los petardos y los fuegos artificiales, pero ya son muchos años, para entender que nunca ocurre nada malo y se acurruca a dormir. Tiene amiguitos cerca de él, en otras azoteas,a los que ve y se comunica con ellos desde la distancia que los separa. Se siente guardián y rey. No sabe lo que es el sufrimiento. Su vida no tiene sobresaltos, temores, angustias, dudas, ni tampoco problemas económicos como los pueda tener yo. No me cambio por él, porque me gusta demasiado la lectura, y porque, en mi vida de humano, los genes están a mi favor y espero todavía sobrevivirle si Dios quiere. Desde el principio le llamamos Gandul, por sus movimientos pesados, su carácter tranquilo y porque sabíamos que poco iba a trabajar. El no caza, no transporta, no guía, ¡qué pena!, que siendo tan marujo, no me pueda contar los trajines que observa en la manzana de casas, pero eso no importa, yo lo quiero igual. Melvin Zamorano
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