
Me gustaría alejarme de lo cansino, de lo vulgar, del retumbar de frases humorísticas como: «Siempre que ocurre igual, pasa lo mismo….» Hubo una vez uno que murió de aburrimiento, de falta de estímulos, de carencia de vitalidad, de ausencia de alegría de vivir. El alimento del alma, o sea el amor, nos hace fuertes y optimistas. La alimentación equilibrada nos lleva a poder luchar y continuar el camino. Los que nos aburrimos, sin duda nos falta algún tipo de alimento. Me cansan las contradicciones por el mero hecho de llevar la contraria, desprecio las opiniones severas, rígidas, imperativas. Me sobran las palabras vacías sin ejemplos, sin obras que las avalen. Me caigo de sueño ante la competitividad de los que nunca se elevan espiritualmente; en suma me gustaría alguna vez encontrarme una sorpresa para variar. Poder tratar al que se supera sin ampulosidad, al agradecido, al que se culturiza sin petulancia. Quisiera hallarme alguna vez ante la inteligencia sin incidir en la manipulación, el humor ingenioso sin las burlas hirientes, la sociabilidad sin gregarismo, la entrega sin cálculo, el amor y la amistad como publicó Pablo Alborán en Twitter: «Sin fecha de caducidad». Llevo años sin mirarme al espejo que me devuelva el alma desnuda, no sea que me tedie de mi. Llevo una eternidad esperando una sorpresa, aunque de manera reservada, me quedo con algunos individuos/as que de verdad me han excitado por lo novedoso de poder toparme con la originalidad, la elegancia y la belleza interior. Lo que ocurre es que necesito que esto me pase más, intensos momentos buenos, de conexión, de sorpresa, de divertimento por lo inusitado, por lo mágico. Estoy repugnada de conductas estereotipadas, esas que en mi niñez, oía como definían mis abuelos los comportamientos de las aves de corral. Huecas, sosas y vacías. Aunque me encantan esos animalillos. Dónde están las personas sorpresivas, en qué club, en que sectores, en qué estrato social, o en qué templo, residencia, estudio o paseo recreativo. ¡Donde Señor! que voy corriendo, que me aburro mucho y son más días que lentejas, los que me matan poco a poco las saras sosas y los tíos gilitos. A lo mejor, o a lo peor me han pasado desapercibidos con su velo de sencillez, de naturalidad, me los habré encontrado en el ascensor, en la panadería, en una exposición, en el dentista, mas no fuimos presentados, no entablamos diálogo, lo siento por mí.
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