Es el segundo verano de la precaución. El olor a barbacoa llega a mi nariz y se inundan las fosas del dulzor de las higueras. Los días comienzan a decrecer y se presiente un Septiembre ventoso y poco previsible. Y reflexionamos los sabores del verano con las moras de Junio, las ciruelas de Julio, las sandías,mangos y melones de Agosto, sin abandonar los cítricos, todo lleva al aumento del ejército defensivo de anticuerpos, pero lo que nos mantiene es sin duda la armonía de los pensamientos. Ahora que lo entiendo…encuentro la solución. Ahora que lo entiendo, que puedo descifrar los ciclos del laboratorio de la clorofila, de un árbol un aroma, una flor una intensidad que excita, y el azul bañado de rayos luminosos es para saber, que estamos aquí para la ensoñación. Ahora que lo sé, que lo proceso en el alma, nacimos para disfrutar de los veranos. Veranos de sábanas blancas, de libro leído con parsimoniosa lentitud, de olor a hierba tostada, ahora estamos seguros de que nacimos para vivir el verano feliz de las ventanas abiertas, del beso, del buenos días y del adiós. Lo vivimos, saboreamos el verano de dehesas, pastos, y rosarios al atardecer. Del helado de fresa, del estimulante café de la mañana. Lo presentimos, el verano habla de felicidad, envía mensajes de orugas de colores, de mirlos alborotados que liban furtivos los frutos salvajes de la huerta abandonada. Nada muere y todo se transforma en corolas carmesí y horas fantasiosas de horizontes violetas. Nada cambia, ni el salitre, ni el yodo de las algas, nigún sonido está ausente, se siguen presintiendo a las pardelas hablar en sus nidales de rocas solitarias. Y todo, todo habla de un recodo de naturaleza olvidada, para enhebrar poemas, enredar pensamientos buenos y creativos. Todo invita a realizar y conseguir sueños persistentes. Todo es plegaria a Dios para pactar con Él, los secretos en la mágica conversación del amor oculto de su eternidad y omnipotencia.
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