Pepe tuvo las mujeres más valiosas rendidas a sus pies. Todas eran guapas y cultas. Le iban durando tanto, como lo que se puede considerar unos noviazgos relativamente largos… Le gustaba a las mujeres, pues su apariencia exterior era la de un mozalbete fornido y atractivo, aunque todo ello era solamente el envoltorio de un lunático con delirios de grandeza y más endeble que una hoja volando en el mes de otoño. Le sucedió que le entró la manía de la «Ley del todavía mejor» y cuando fué cogiendo años, se invirtió el ciclo y hasta se vió tirándole a las féminas la ropa interior por la ventana, pues eran a cual más feas, ridículas y pegajosas… Pepe el lunático empezó a beber a lo bestia, a fumar como un pirata, a no sé yo que más cosas y lo iba probando todo, hasta poniendo en entredicho su hombría, dejándose ver en compañías de unos géneros ambiguos, dentro del relleno social de amadores de la noche, hasta cierto punto, residuos insolubles de nuestra sociedad. Perdió varios trabajos por llegar tarde y molestar con comentarios despectivos a esas mujeres «enteradas» que eran sus compañeras de trabajo. Pepe ya no aspira a nada, pero se ha convertido en un personaje peligroso y es que en su deambular, puede todavía deslumbrar con sus falsas frases hechas de ligón barato, a una o uno, que caiga en sus redes de paseantín con aires tumbones como dice la canción. MELVIN ZAMORANO.
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