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POR QUÉ LO GUARDÉ. Por María Elena Moreno.



Lo guardé con mucho amor. Archivé un recorte de una entrevista que le hizo Gema Vega a Antonio Gala y que le sirvió a Jesús Quintero, para repetir algunas preguntas al famoso poeta y escritor. Solté algunas lágrimas al ver las fotografías que le hizo Angélica Heras. Lloré porque, sin yo tener los lujos que había en su casa, respiré lo que se intuían unos gustos, que al verlos allí expuestos, me quitaron ciertos complejos, pues me identifiqué con ellos. La fotógrafa enfocó la tendencia de Gala a acumular objetos ordenados por igualación y temática. Gala por su tendencia a la soledad, se encariñaba con figuritas y adornos que le inspiraban recuerdos amorosos. Ranitas de diversos materiales y formas, libros, su enorme colección de bastones, algunos diminutos muñecos de plástico y vivos colores, parecidos a los legos, posiblemente los primeros que salieron al mercado de la juguetería, e infinidad de cosas que le daban acompañamiento y que entre un desorden ordenado, revelaban su romanticismo o incapacidad de desechar sus apegos sobre las diferentes etapas de su vida. Si eres famoso te dicen que estás rodeado de libros, pero si no lo eres y recoges un libro tirado a la basura, te llaman Diógenes. Conozco a un hombre mayor, que también recoge cosas de la basura y las limpia y hace un buen negocio vendiéndolas diciendo que son antigüedades. A lo mejor lo son, pero entre «col y col, mete lechugas». A mí lo que me ocurre, es que por el amor que siento hacia los libros no permito que mis familiares y amigos tiren libros, me parece un asesinato. Pienso que si una fatalidad llegara a ocurrir y se suspendieran las autopistas de la información o internet, volveríamos a leer libros. Por otro lado, un solo libro que quede en el mundo sin destruir, refleja todo acerca de nuestra civilización, para posibles estudios de nosotros los humanos, que intenten realizar en medio de la eternidad posibles visitantes «extraterrestres». Es lo que estamos haciendo nosotros cuando rescatamos e intentamos descifrar, papiros egipcios, pergaminos ancestrales o sin ir más lejos nuestros petroglifos en canarias. Todo depende del valor que tengan las obras o los objetos, pero sin duda, lo expulsado al contenedor de mala manera, refleja la condición de «merluzo» del que los tira. Hay una empresa en cierto lugar de la península ibérica, que se dedica a reciclar, grabar, limpiar y acondicionar, todo tipo de documentos como cintas de grabación con audios, vídeos, etc., para recuperar historias, biografías, pero sobre todo voces, recitales, canciones, conciertos, instrumentos de diversos contenidos como por ejemplo los fonógrafos, vinilos, primitivas cámaras, y antiguas cintas y proyectores, todos ellos de gran valor por el tiempo transcurrido, desde que se filmó la primera película o se grabó el primer sonido en todos estos aparatos que fueron evolucionando, hasta lo último de este tipo de tecnologías, y que aún se conservan restos de estos materiales, y yo espero que sigan en activo, aunque todo depende de si hay presupuestos o subvenciones o no para tal fin. Volviendo a Gala, un hombre difícil de comprender, porque siendo sublime y habiendo sido Cartujo, y rozando las más altas cumbres de espiritualidad, se declaraba agnóstico, podría ser por soberbia o para no hacer el ridículo ante los snobs, que ponen primero por delante su condición de ateos, como si eso fuera una carrera universitaria. Gala poseía unos preciosos y profundos ojos, era elegante y atractivo, pero se lo hubieran fagocitado si hubiera tenido una nariz más perfecta. De todos modos su personalidad era arrolladora. Sigo melancólica por no tener más tiempo para sumergirme en el legado de sus obras, y lo admiro pues tuvo la generosa iniciativa de fundar una casa de mecenazgo, para jóvenes artistas con talento. Ya no queda gente así. Ayudar sin pedir nada a cambio, es solamente la condición de los GRANDES con mayúsculas.

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