Me invadía el terror cuando me iban a dar las notas, siempre pensaba que no me las merecía. Eran buenas y solían llamar a mi madre por teléfono, para decirle que yo estaba mencionada en el cuadro de honor. Lucía banda con medalla y escudito del colegio por aquel entonces, el mejor. Pero volvió a suceder algo, que no solo me bajó la autoestima,sino que me sumió en una brutal depresión infantil. En mi boletín de notas me colocaron las de una pobre compañera hiperactivay requetesuspendida. Al llegar con aquellas notas a mi casa, supe lo que era el castigo y no lo quiero recordar…Los niños amamos a los padres y damos la vida por ellos, de mi boca no saldrá una descalificación, ¿injusto verdad?. Yo no estaba interna y vivía cerca del colegio. Las internas y mediopensionistas, unas se alojaban una semana durmiendo allí y las otras almorzaban hasta que las recogían al final de la jornada, yo me iba a casa al mediodía y volvía por la tarde. Ellas, las pensionistas, siempre estaban recién duchadas y oliendo a mantequilla. Por las tardes olían a naranja pelada y lucían un codo de pan con una barra de chocolate del barato, dentro. Me gustaba la arquitectura de aquel convento de monjas, era lujoso, para la época lucía como un enorme castillo, lleno de árboles alrrededor, con una gran capilla a la entrada, canchas de baloncesto y patios gigantescos. Un obrador donde unas buenas costureras hacían los uniformes, de invierno y verano. Las blusas blancas de piqué, las telas de lana azul marina o tergal, los babis de vichy a rayas azules y blancas, la pocha, la rebeca, los zapatos canelos con calcetines del mismo color. El traje blanco de gala con velo incluído, la maleta llena de libros y cuadernos, la diadema azul marina, y todas aquellas niñas de la mejor clase social, era raro que alguna fuera fea, es en el lugar donde más belleza he contemplado. Lucían de estaturas promedio 1,65 cm, altas para aquellos años. Se les notaba que provenían de clase media acomodada, en que apenas exteriorizaban los sentimientos y si lo hacían de manera reservada, era porque querían obtener amistad. Observaban más que criticaban, y solían guardarse sus opiniones para sí mismas. Algunas se infiltraban, siendo hijas de advenedizos y se les notaba claramente su desfachatez y tosquedad. Con las monjas pasaba igual, algunas eran exquisitas en el trato, otras casi santas y otras lucían hipócritas y farsantes. Mirella.
PUER-PUERI- CAPITULO 2
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