¿Qué les falta a sus vidas para trepar por los ochomiles y llegar al campamento base con media nariz congelada? Quizás no conocen el placer del recogimiento y la exquisitez de unos momentos de lectura. ¿Qué les lleva a respirar aire saturado en recintos cerrados, perdiendo la noción de la realidad, después del atontamiento que provocan los azúcares, el gas y el alcohol en hielo por no decir otras cosas..? ¿Qué les ha faltado o qué les ha sobrado, para evitar la meditación y evadir el afecto familiar, para entrar en el abismo de las fuertes emociones vertiginosas? ¿Qué impulsa al que lo tiene todo, a arriesgar su vida ante un peligro contratado con facturas enormes y firma incluida, quitando al que convenga, la responsabilidad sobre su propia muerte?. Ya no les llama el calor del hogar, ni el esfuerzo diario de la entrega altruista de ellos mismos. Tienen que desparramarse inmersos en la terrorífica noche del mar, para enfocar los restos de grandes tragedias sucedidas en siglos atrás, o nadar en playas infectadas de depredadores. Los vacacionistas que abandonan a su perro y a su abuela, te miran con ojos atónitos si tu no viajas, si no te sometes a la tiranía de vuelos, maletas, fríos hoteles y piscinas repletas de hongos. Te miran con malos ojos si te quedas en tu casa disfrutando de tu batido y tu café, macerada en tus propios aromas como tu barata crema hidratante y el olor del flys mata-mosquitos. No se creen que como dijo Pitigrilli: el único ejercicio que hago es ir a los sepelios de mis amigos que hacían gimnasia. Bien es verdad que en cualquier parte te matas, te electrocutas, te resbalas dando las grasas contra el suelo, quebrándote los huesos en un accidente de coche, o mismamente de un atracón de comida. Vale, todos tenemos los días contados, pero no seré yo, quien busque los peligros añadidos por desafiar a la naturaleza, la cual es tan bella como brutal, a la hora de mover tierras y soltar fuegos de magma incandescente. Mi instinto de conservación me hace hasta huir de los devoradores de energía. Lo mismo te cae un suicida en la cabeza cuando caminas bajo un balcón, que te intoxicas con las bacterias de la mayonesa, pero repito, no seré yo quien se resbale en los charcos de las playas al pisar mohos y residuos de los protectores solares. No, no. Es que yo no voy ni a misa, para que los de lengua viperina, que se dan golpes de pecho, no me fulminen con la mirada. Les puedo jurar que si un día me matan, será por puro accidente, yo no buscaré la ocasión. ¡Dios me libre! ¿Qué pobreza de espíritu les lleva a amar el peligro para perecer en él?¿Qué vacío les impulsa a dejar padre, madre, mujer, hijos y mascotas, para salir atolondradamente, sin norte, solamente buscando placeres en la morbosidad de su imaginación? ¿Qué vacío les lleva a la nada de la vorágine frenética y de pompas de jabón?. Un consejo, si no eres profesional con buen instinto para conservarte, si sólo buscas diversión y desenfreno, «¡Chacho!», vuelve al aprendizaje de la caligrafía artística, aprende un idioma, estudia las plantas de las cunetas, pero vete despacio y reza al mismo tiempo. Recuerda que los curas nos enseñaron a respetar nuestros cuerpos, templos del Espíritu Santo.
radiogaroecadenase
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