Una tía abuela mía, se encontraba reunida tomando el té en casa de unas amigas. El tema de conversación era su soltería. Ella no había conseguido poderse casar aún. Relataba secándose las lágrimas, de cuando lo tenía todo preparado para casarse y tuvo que suspender la boda, porque su novio le dijo que no estaba seguro de querer unirse para siempre. Afortunadamente, todavía no poseía regalos que devolver. Más tarde un estupendo novio al que quería muchísimo, murió de leucemia rompiéndole el corazón. Una de las amigas que la escuchaba muy atentamente, le dijo: -Pues yo me he casado, pero no soy feliz del todo, pues la convivencia se me está haciendo muy difícil.
Otra de las allí presentes, lamentablemente ya se encontraba separada de su marido (En ese momento no existía el divorcio). Ésta, muy inteligente, les advirtió a todas ellas: - ¡Por Dios, no vayamos a cometer el error de dar un paso, ya sea de noviazgo, ya sea de casamiento, sin antes pedir referencias. Lo digo por ustedes, pues yo estoy pensando que me voy a ir al extranjero, concretamente a un país donde haya más libertad y pueda rehacer mi vida.
Mi tía abuela llamada África, le contestó que odiaba el chismorreo y que ella a golpe de vista, intuitivamente, podría adivinar las características esenciales de la personalidad de un posible candidato a ser su pareja.
Entonces la que estaba separada, daba el consejo de pedir información de la vida presente, anterior y además de la trayectoria de los familiares de los hombres que pudieran acercárseles, y les habló: - De manera que si tenemos que ir acompañadas de una carabina (eso era como se conocían las chicas y los chicos en la época a comienzos del siglo XX), y no podemos hablar directamente con nuestros pretendientes, es imprescindible pedir información y todo tipo de referencias.
La carabina de mi tía abuela África, fue invitada a la siguiente reunión de jóvenes casaderas, ya que todas querían saber su opinión. Ella, la acompañante de estas jóvenes cuando paseaban por la calle. o acudían a una cita, era una señora que trabajaba en la casa de los padres de África, y muy bien asalariada, dominaba todos los quehaceres del hogar, incluso la costura.
La mujer en cuestión se llamaba Conchita. Era viuda y por su edad avanzada, tenía mucha experiencia de la vida.
Entre pastas e infusiones y después de una charla distendida, soltó un consejo que dejó a todas boquiabiertas.
Como si no estuviera diciendo nada, de manera natural les espetó: -No recuerdo donde lo leí, creo que fue en un libro de la biblioteca que existía en una de las casas donde trabajé de joven. Allí un filósofo a la vez que humorista, decía que casarse era como meter la mano en un saco lleno de víboras donde había
una sola culebra. La posibilidad de sacar la culebra era remota y por lo tanto dependía de la suerte.
Ellas, las jóvenes allí reunidas se quedaron de piedra al escuchar esas palabras. Luego Conchita la carabina, les dijo que podrían también utilizar el sistema de las recomendaciones y referencias que se usaba de toda la vida.
Continuó diciendo, que el ejemplo que daba a sus hijos y nietos una familia de bien, era muy importante, pero que tener un noviazgo largo y cercano, aún con carabina, podía ser la clave para conocer mejor al pájaro en cuestión.
Conchita siguió diciendo que era muy importante rastrear la huella que deja a su paso una persona. Buscar su grado de responsabilidad, saber con quién se relaciona, los detalles amables y bondadosos que tiene con sus allegados, su trayectoria profesional...
En fin que nuestras abuelas lo tenían un poco complicado.
Hoy en día se puede conocer mejor a una persona, ya sea hombre o mujer, pues se puede convivir con las parejas y no está mal visto cambiarlas de tanto en cuanto.
Pero a menudo los seres humanos, se esconden tras una máscara que oculta sus pecados, sus miserias y sus insuficiencias de carácter, vicios inconfesables y costumbres perversas.
Como insinúa la biblia: ¡Mujer discreta, (u hombre discreto) quién los hallará...
¡Que Dios nos guarde!...
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