

El desamor me hizo fuerte pues viví sin calor, pero deposité mis ilusiones en el bureau de todos mis relatos. La indiferencia no debilitó mis días, pues me aferré a la luz de todas las bóvedas. La envidia suscitada me piropeó a diario y rodó hacia lo alto de toda la escalera cotidiana. Las traiciones, colocaron en mi mano el escudo del plomo invencible. La arrogancia de la jerarquía, provocó mis más sonoras carcajadas y la avaricia opulenta me abrió el entendimiento hacia las raíces del homínido imperfecto. El abandono me llevó a bañarme en los lagos verdes de miles de esperanzas y todo provocaba mi poesía y así, día tras día…Levanté el gigante de mi personalidad, tierna y feroz a la vez, generadora de impulsos y fabricadora de lanzas sin veneno.
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