Vivía en la oscuridad por falta de instrucción, de educación. Se había desarrollado en el ostracismo. Progenitores que entraban y salían de su vida. Una gran familia, todos regidos por la pasión de sobrevivir. A una trampa, sobrevenía otra, a un acto delictivo sobrevenía otro. Era salvado siempre a última hora por sus amigos, los cuales vestían el mismo pelaje. Trabajos de oportunidad, descansos prolongados, sueños profundos y alcohol. Amigo de darle un golpe a la lapa y la huída de toda responsabilidad. Sus sueños de llegar a ser, sus avidez por la buena vida, la sensualidad inmediata piel a piel, todo ello le puso una venda en los ojos. La vida era generosa con él, quizás el cielo quería paliarle el abandono total sufrido en los años de infancia. Su existencia estaba plagada de regalos y protección de los espíritus de sus antepasados. Pero un día ofendió a los inocentes, a los que día a día se ganaban el pan con esfuerzo, penas y sudor. Dejó escapar sus instintos más crueles, manipuló, amenazó, acaparó, despreció y no respetó. Sus ángeles protectores lo abandonaron, en su lugar sobrevino la esterilidad. Se vistió de hipocresía y decidió seguir en la existencia no real, esa que muere a cada segundo. Dando alimento a su cuerpo, a sus fantasías, a su letargo y a su pusilanimidad. Su alma, abandonada, marcha extenuada hacia la extinción…
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