Los pasajeros del Titán, iban a cumplir un deseo, pues viajar hacia las profundidades del Atlántico Norte, para ver los restos del Titanic, era un sueño que se podían permitir, pues ellos poseían un carácter aventurero y posibilidades económicas a tal fin. Además, el Titán ya había hecho el mismo recorrido dos veces antes, en años anteriores, ahora el tiempo del duro invierno de este año mejoró y se decidieron. Por otro lado, la empresa Ocean Gate, protegía la posibilidad de negocio turístico a largo plazo y recelaba de una oportunidad de que se creara una posible competencia, haciendo oídos sordos a las críticas sobre materiales de construcción del batiscafo, certificados de seguridad y legalización e inspección de garantías. Todo el mundo quedó consternado ante un accidente que pudo haberse evitado, ni más ni menos, igual que cuando nos enteramos de la muerte en el mar de quienes lo cruzan a la desesperada y negocian poniéndose en mano de mafias, las cuales trafican con personas que quieren que se den las condiciones de un futuro mejor. El despliegue de estrategias de salvamento, como se vio en los medios de comunicación, tenía grandes diferencias. Lo que ocurre es que nos vamos acostumbrando a ver las desgracias de los inmigrantes en los mares, pero es inusual ver cómo un fenómeno físico de enormes presiones, cambios de temperaturas y fallos técnicos desemboquen en una implosión, a eso no estamos acostumbrados. Tampoco estamos acostumbrados a informarnos de una catástrofe aunque sólo sea de cinco personas y lo que es peor, no concebimos que puedan morir los ricos, los inteligentes y los que tienen la serenidad de que no les falta de nada. Cuando la Tierra sea inhabitable, también se marcharán los que puedan costearse un billete en una nave para emigrar a otro planeta y los pobres se chamuscarán y se extinguirán, bajo el humo, los derrumbes, la sed y la naturaleza que siempre nos fue propicia, ahora sumida en el caos del desorden nuclear destructivo y tóxico. Mi generación y muchas de las venideras no verán esos apocalipsis, pero seguro que más allá de lo que podemos atisbar, ocurrirá. Por qué digo esto, pues porque no veo a nadie tratando de salvar al maravilloso planeta azul llamado Tierra. Más bien el hombre actual está más preocupado en invertir los dineros en «mandarse a mudar» aunque no practique el significado del refrán: «Más vale malo conocido, que bueno por conocer…» No me equivoco si pienso en los innumerables puntos calientes y bélicos que pueden hacer explosionar, implosionar, cargarse el aire respirable, que en definitiva es lo más necesario. Llevaremos todos una escafandra, que nos impedirá trabajar, pues invertiremos gran parte del día en purificar, filtrar, descargar de malas energías, combatir gérmenes y analizar lo que ingerimos, para no morir como si de un tebeo del Capitán Trueno se tratase…
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