Si no te digo que yo sea un santo, pero he aprendido a perdonar. Perdono siempre y creo que lo hago por tres razones. 1º Mido mi capacidad para conocer los motivos del agraviador. 2º Aplico la parábola de los talentos y alimento mis perdones con benevolencia. 3º Cuando perdonas a alguien, se lo haces a Jesús (Él así lo manifestó) Comprendo que saque de quicio y de sus casillas a cualquiera, pues, el que te agravia nota, por tu reacción, que todo te importa un bledo. Por eso no soy santo, pues lejos de suscitar amor, consigo más odio. Entiendo que elevándome por encima del agraviador, sin quererlo, éste se ve a la altura de un gusano. ¡No me podrá soportar! ¿Es conseguir esto el móvil de un santo? Si solo quieres agradar a Jesús y nada deseas, nada ambicionas y sabes que nada te pertenece, pues como decía siempre SÉNECA… ¿Quién te podrá herir?. Podrán causarte dolor físico; pero en el alma, única cosa que te pertenece en vida y a Dios en la muerte, no habrá ningún daño que lamentar. Querido amigo, creo que entender este concepto, hacerlo tuyo, y aplicarlo, te lleva a ser tan fuerte como un gladiador siempre victorioso, tan poderoso como la bondad, tan sabio como Salomón y tan tierno como un niño.
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