
Buena cara ante las presiones a las que nos enfrentamos a diario, que son pequeñas, según la importancia que le demos, pero que continuadas en cada jornada, y extendidas en el tiempo, semana tras semana, hacen que queramos rebajar nuestro estrés, añorando un balneario con masajes incluídos. Estar al frente de cualquier actividad con todos los impedimentos, conlleva un esfuerzo extra, que es desproporcionado a la energía empleada en cada tarea que debes realizar. Cualquier aparato resultado de las nuevas tecnologías, tiene incorporado un dispositivo de caducidad, que inutiliza sus funciones cuando le llega la fecha. Te deja a medias cuando estás en pleno trabajo. Eso sin contar, que antes de que se acaben los consumibles como las tintas o el papel, o cuando se caduca un programa, y sus servidores te intervienen el ordenador paralizando tu trabajo, saltando todas las alarmas. También eres presionado con paradas constantes para que valides la clave de acceso u otras cuestiones. Los antivirus se caducan, publicándose el incidente inmediatamente en internet, sin darte tiempo a que lo renueves para que todos huyan de ti, y a veces te alertan de amenazas que no existen, para que pagues mayor cobertura. Mientras tanto, los hakers y estafadores acechan sin descanso. No digamos nada de los impuestos, los vencimientos, los asesores, todo, todo resuena como campanas que con su sonido estridente, altera nuestras constantes vitales, causándonos problemas en el sueño, y en nuestras relaciones sociales por falta de tiempo libre y falta de ilusión. Fuera de juego, con muchos vectores que nos amenazan y aplastan, trabajar y rendir es casi un milagro. La burocracia se extiende a cualquier cosa, y si tienes un coche, aparte de mantenerlo, te enfrentas a la presión en carretera, no sólo por los usuarios, que a veces van cargados de agresividad en las maniobras que realizan, sino por el amplio abanico de multas o sanciones, que posiblemente puedas obtener por simples infracciones. Además las revisiones técnicas, impuestos, roturas y desgastes, etc. te hacen entrar en KO técnico de desestabilización, debido a un terror que se refleja en sudores y depresión del ánimo, y todo esto se acusa, por muy fuerte que seas. Cuando me tropiezo en la calle con un congénere, pienso que es un héroe, que está pasando por lo mismo que yo. Imagino a cuantas cabriólas se enfrenta y cuantos problemas acomete para resolver los problemas ocasionados por los gastos estrambóticos de la subida de precios, no sólo en el surtidor, sino también en la cesta de la compra del supermercado. En fin, todos llevamos cara de sufridores o de mártires, o lo disimulamos. El colmo de los colmos, es para mí observar las vacaciones ajenas, el endeudamiento que suponen los viajes, el abandono de los mayores, de mascotas, y el resultado de desahogar en los destinos del ocio, nuestro malhumor acumulado, caldo de cultivo para aumentar la estadística de peleas y divorcios que se originan en las escapadas veraniegas junto a la familia. A todo ello se le podría sumar la falta de calidad en servicios sanitarios, en colas interminables para pedir una cita telefónica, para cualquier servicio de la administración, como clientes de ella que somos, nos damos cuenta de que existe un blindaje de oficinistas que, con la excusa del Covid 19, nos impide llegar hasta ellos. Se acostumbran a la buena vida y picarescas sin fin…Y si se abre el veto te ponen mala cara. ¿Quieren más relato..? Al venga usted mañana hay que añadir: ¡pida usted una imposible cita!, gaste horas y llamadas a las que sólo contestará un robot. La impotencia y el desánimo están servidos. Revivir el estrés me supone más presión. Tomémoslo con humor.
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