
¡Carnaval! ¡Carnaval! En realidad todos nos vestimos y representamos a nosotros mismos y la idea que tenemos de manera introspectiva de nuestro yo. Como nos vemos, como aparentamos, es algo que no percibimos realmente. Pero todos intentamos hablar con nuestro atuendo que elegimos, sea acertado o no, esté en consonancia con nuestro yo, o sea sólo una aproximación penosa, o «mismamente nuestra misma mismidad», como decía el cómico. Soy natural, sencillo/a, elegante, (eso en el mejor de los casos). Soy ampuloso/a, presumido/a, recargado/a, hortera, horrible, y adopto otras formas de ocultarme. Pero he aquí, que en carnavales, el fino se vuelve chancleta, el hombre se torna mujer, el serio en payaso, el idiota en Napoleón, etc… Y lo que al final vale es el desahogo, la revancha social, el desfogue del histerismo y la explosión que causa la represión cotidiana, el desmadre, el grito reivindicativo, el desmelene… Yo voy de Olenkaskava, porque hace mucho frío. Pero el peluche es del «chino»….¡Vivan los disfraces!
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