
Los animales salvajes sufren cuando no tienen un escondrijo. Todo el mundo trata de alejarse del predador. Hoy nuestro más temible predador/parásito solo se ve al microscopio. Con la fuerza de un jinete del apocalipsis ha entrado en nuestras vidas, arrasando nuestra confianza en el futuro. Unos se defienden obedeciendo para recuperar el instinto de cueva. Otros sacan a relucir su impronta de veneración a un Dios superior y le rezan. Algunos tienen la autoestima tan alta, que preparan sus guantes de boxeo mentales y físicos, aunque piensen que nunca les va a tocar. Es como el que quiere vivir mil años y se convierte en abintestato, o sea que muere sin testar, amargándole la vida a los frustrados herederos. Me identifico con el que quiere existir, para seguir al lado de los que ama; normalmente a estos últimos, Dios les concede una prórroga. Mueren los que tienen el alma desintegrada, los débiles, los sin sentido y los sin sextante, pues cuando tenemos un motivo fuerte para vivir, lo logramos aunque todo esté en contra. Los analfabetos de creencias, van por ahí de manera agresiva. Se ponen en la boca hasta un calcetín y te miran desconfiados, buscando el virus en la cara de idiota que se nos pone cuando el saludo es la huída. Hay gente muy acatarrada y no es del corona, es de carnavales, de dietas sin vitaminas, de enfriamiento promiscuo dilapidando la energía en el arte de la seducción. El corona se propaga en el despiste, en el salir de sí mismo para entrar en el otro, se contagia en la cercanía hipócrita, en el desamor y el abandono. El corona nos destruye cuando es la primera batalla contraída, se marcha cuando has superado mil guerras sobre el sudado colchón respondiendo al caldo caliente de gallina que te preparó tu madre. Muere cuando lo miras en una pantalla imaginaria y le dices ¡vete hijo de p… que mañana tengo que ir a trabajar!, y el tipo se marcha porque sabe que eres un campeón/campeona y que no te vas a rendir. El virus es un demonio ciego, inferior en número a tus defensas, huestes divinas que te van a defender. Y aunque tosas y parezca que vas a echar los pulmones, aunque te duela la corteza cerebral y te mees en la cama, ¡vas a ganar! porque tienes muchas ganas de amar, construir y demostrarle a Dios que eres un/a valiente y Dios muy orgulloso de ti, hace que baje la fiebre, saltes de la cama y al alba, empieces a correr.
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