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ÁRBOLES HERREÑOS, por María Elena Moreno

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El Hierro y su renovación árborea, consiste en el cambio de su flora, su laurisilva, su bosque, sus pinares, todos ellos repoblados y hoyados por el hombre. El clima ha arrancado, expandido y diseminado las semillas por medios como el viento, las tormentas; pero sobre todo la germinación donde intervienen los animales, sus traslados, y la ingesta de pipas -que medio preparadas- se distribuyen en la naturaleza por el medio natural que supone la predigestión en los estómagos de aves y otras especies. Insectos mil, hacen posible la polinización, para convertir en mares de color las campiñas llenas de flores. El Hierro contiene las leyendas más fascinantes cuyos protagonistas han sido y serán los árboles. Tenemos la mítica historia, todavía hoy en alza, por su uso turístico en su centro de interpretación, del ÁRBOL SANTO «EL GAROÉ», sus interminables visitas de los curiosos, oriundos y visitantes de todo el mundo que hacen prevalecer su magia y su fama. Sus inusitados depósitos del agua, que de manera natural, como las cavernas de un cuento de hadas, ofrecen los ingredientes más románticos, a un tilo que se viste de lana vegetal con su firme tapiz de mohos a modo de terciopelo clorofílico y original. Pero no menos interesantes son los «Pinos Canarios»o Pinus Canariensis, recuperados por sí mismos que se nos muestran mutilados por el fuego pero a su vez, siguen su desarrollo de gigantes.

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